Boletín Círculos de Predicadores N° 15


Recientemente mientras buscaba otra cosa en internet me topé con esta imagen cuya procedencia no he podido establecer (si alguno lo sabe agradecería que lo manifestara para poder reconocer la fuente). Pensé en seguida ¡que buen lema para estos días tan cargados de regalos, prisas, luces y cenas! Incluso en los actos de las iglesias podemos hablar de todo (la bendición de la familia, el valor de la generosidad, la gracia de los niños, el trabajo arduo de los maestros de Escuela Dominical, el año que pasó, el que empieza, la importancia de no fijarnos en lo material) y hablar poco de Cristo. Pero si queremos dejar huella, ya lo sabemos, hablemos de Él…. ¡Y no solo en Navidad!

El siguiente artículo de Kevin DeYoung (traducido por Patricio Ledesma) apareció primero en la página web: www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/el-predicador-en-su-mejor-momento A los predicadores nos hará preguntarnos a nosotros mismos: ¿Cuál es mi “mejor momento” en el púlpito?

El predicador en su mejor momento – Kevin DeYoung

Permíteme una breve palabra acerca de una tendencia desconcertante que estoy viendo en predicadores jóvenes, algunos de ellos muy populares. Hablo de esta preocupación sabiendo que también es una tentación para mí. Quisiera exponer el problema con una pregunta: Predicador, ¿estás en tu mejor momento cuando estás más cerca del texto?

Demasiados predicadores están en su apogeo cuando están contando una anécdota personal, cuando critican a alguna “vaca sagrada”, o cuando hacen uso del humor. Existen momentos para todo eso, pero deberíamos tener cuidado si es en estas ocasiones cuando sale nuestra mejor versión. Podemos ser predicadores ortodoxos de las buenas verdades del evangelio y aun así estar rascando los oídos del pueblo. Si no tenemos cuidado, podemos entrenar a la audiencia de una gran conferencia, o a nuestra congregación local, para que los instantes en los que verdaderamente hay que prestar atención sean aquellos en los que empezamos a dejarnos llevar y no cuando empezamos a excavar. “De acuerdo. Entendido. El texto significa eso, no aquello. Suena bien. Ahora, volvamos a esas cosas divertidas, insuperables y desafiantes que haces”. Yo lo he hecho; probablemente lo vuelva a hacer. Si se trata de algo honesto y verdadero, el Señor puede usarlo. Pero, otra vez, me repito a mí mismo, no puede ser lo mejor que tengamos.

La congregación debería estar encendida al máximo con el celo del evangelio cuando está contemplando cosas nuevas en los capítulos y versos en frente de sus narices. Dios usa todo lo del predicador -personalidad, humor, gestos-, todo lo que somos. Pero la impresión imborrable dejada sobre nuestra grey debe ser un sentido de la presencia de Dios emergiendo de una cuidadosa atención a la Palabra de Dios. Si lo mejor que tenemos cada domingo está desconectado de nuestro duro trabajo exegético, nuestra gente aprenderá a confiar en nosotros y no en el Libro. Estarán esperando nuestras nuevas bufonerías, no nuestros nuevos descubrimientos del texto. Pregúntate a ti mismo el próximo sábado: “¿Puedo conseguir mi mejor momento -aquel que más me emociona, el que estoy deseando compartir- sin nada del pasaje de esta semana?”

Todo lo que quieres decir no es todo lo que deberías decir. Debemos estar restringidos por lo que podemos decir sinceramente a partir de los versículos. Si queremos poder fresco desde el púlpito trabajemos para demostrar que nuestros sentimientos más apasionados provienen de la más precisa exposición. El mejor predicador es aquel que está en su mejor momento cuando está más apegado al texto.

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