Os escribimos este nuevo boletín días después de que el Presidente del Gobierno decrete el estado de alerta por la pandemia del Coronavirus (covid-19). Esta crisis nos está obligando a parar tanto activismo, quedarnos en casa, leer algún libro que teníamos pendiente y centrarnos más en nuestra relación personal con Dios. Quizás necesitamos un STOP y por eso Dios ha permitido estos acontecimientos, quien sabe…

Por otra parte, este año el Taller de Predicadores inicia un nuevo ciclo con nuevas personas que han asumido el reto de formarse para mejorar la calidad de nuestras predicaciones. A todos ellos les damos la bienvenida deseando que este nuevo ciclo sea una bendición para ellos como lo ha sido para aquellos que lo realizamos hace unos años.
Jaume Sagués
Reseña del mini-retiro de la zona Nordeste (Cataluña y Aragón)
El pasado 28-29 de febrero tuvo lugar en el Hotel Nuba Coma-ruga de Tarragona el segundo fin de semana del del Taller de Predicación dela Zona Nordeste. 42 herman@s de Catalunya y Aragón participaron este año en ambos encuentros. Desde Lleida, Zaragoza y toda la provincia de Barcelona, se dieron cita en el primer año de este 2ºCiclo del Taller.

El primer fin de semana las exposiciones estuvieron a cargo de Timoteo Glasscock, profesor en IBSTE y el Centro de Estudios Éfeso, y con una larga experiencia en la vida y enseñanza en la Iglesias de Marín (Galicia) y Salamanca, con dos meditaciones bíblicas de Tesalonicenses y la “La importancia de la predicación expositiva” así como “Construyendo puentes” una exposición clara de la necesidad de acercar a nuestra generación las verdades y el mensaje bíblico. Fue un impacto escucharle, especialmente su comentario sobre el texto del profeta Amós 3:8 “Ha rugido el león, ¿quién no temerá? ha hablado el Señor Dios, ¿quién no profetizará?”
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Por el comité regional
Artículo“La narrativa del Antiguo Testamento”: Un reto para la predicación expositiva – Génesis 28:10-22
El sueño de Jacob acerca de una escalera que une cielo y tierra es una de las escenas más llamativas de la época patriarcal. La obsesión de Jacob por conseguir la primogenitura responde a su deseo de ejercer como sacerdote de la familia después de la partida de su padre Isaac. Delata su viva confianza en la promesa del Redentor venidero, algo que mantiene hasta el final de su vida (Gn. 49.18). Su fe viene mezclada, sin embargo, con el resorte carnal de la manipulación. En vez de descansar en el hecho de que Dios seguramente cumplirá lo que ha prometido (de que su hermano acabaría sirviéndole, lo cual implicaba que Jacob ejercería de primogénito (Gn. 25.23), Jacob cree que debe maniobrar para asegurar el cumplimiento. Así compra la primogenitura de su hermano con un plato de lentejas (Gn. 25.29-34) y después engaña a su padre para que le dé la bendición (Gn. 27). Entre una cosa y otra provoca en Esaú una sed de venganza que le obliga a huir lejos de su casa.
La visión de la escalera ocurre durante la huida de Jacob hacia Mesopotamia. Jesucristo se refiere a ello cuando afirma que Natanael vería la unión de cielo y tierra a través del Hijo del Hombre (Jn.1.51). De alguna manera el sueño de Jacob apunta a Jesucristo.
Varia cosas llaman la atención en el relato. El sueño que visibiliza una conexión entre el cielo y la tierra sirve de consuelo a Jacob en su huida. El Señor le confirma la promesa que antes había dado a Abraham –de darle la tierra y una descendencia, y que su Descendiente llevaría la bendición a todas las familias de la tierra– y garantiza que no dejará a Jacob hasta cumplir lo que ha prometido.
En este pasaje aparecen por primera vez dos objetos que luego aparecen repetidamente en el relato bíblico: la piedra y la unción. La piedra aporta descanso a Jacob (la pone de cabecera y parece que el pie de la escalera se apoya en ella). La piedra habla de algo inmutable y eterno, algo que sirve de fundamento para la vida (Dt.32.4; Is. 28.16; Mt. 16.18; 1 Co. 3.11, 10.4; 1 P. 2.4).
De la misma manera, la unción habla del refrigerio y la alegría que aporta el aceite de oliva como ungüento en un clima desértico (Sal.104.15, 45.7). Transmite ideas de renovación y de sanidad (Lc.10.34). La unción oficial de sumo sacerdotes, reyes y profetas hablaba de una capacitación especial del cielo para una responsabilidad concreta en la tierra. Así Jesús fue ungido del Espíritu para hacer el bien restaurando vidas (Hch. 10.38).
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Esteban Rodemann
Estudio en grupo – Interpretación y aplicación de la profecía bíblica Zacarías 8
Muchos comentaristas han calificado el libro de Zacarías como el más mesiánico, el más escatológico, de todo el Antiguo Testamento. Abundan los símbolos apocalípticos y las referencias al ministerio de Cristo en su segunda venida. El libro está calculado a dar esperanza al pueblo de Dios en un momento de existencia nacional precaria.
Ministrando alrededor de 520 a.C. (el segundo año del rey Darío, Zac. 1.1), el profeta colabora con Hageo para avivar la moral entre los que han vuelto de Babilonia a su tierra ancestral. Los que han regresado son pocos (unos 50.000); muchos de sus compatriotas han quedado en las provincias del imperio persa. Las murallas de la ciudad antigua de Jerusalén siguen derrumbadas; el pueblo está expuesto a las abusos de enemigos que ostentan el poder político.
El decreto el Ciro el Grande que ha permitido el retorno de los exiliados incluye el encargo de levantar de nuevo el templo en Jerusalén: «Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá» (Esd. 1.2). En la mente del rey persa, la orden de levantar el templo es un apaño político para garantizar la complicidad de los dioses de los pueblos vencidos. Si Ciro concede libertad de culto, es posible que sus dioses le favorezcan en sus empresas guerreras.

Para los que regresaron, sin embargo, levantar el templo supone algo mucho más importante: dar testimonio de Cristo. Sin templo, no era posible ofrecer el holocausto diario. El cordero sacrificado cada mañana y cada tarde –dando su sangre, consumido en el fuego, levantado en alto a la vista de todos– era una poderosa ayuda visual para anunciar la persona y obra del Salvador venidero. El testimonio de Cristo era lo que daba sentido a Israel como nación; levantar el templo sería el medio para transmitir el mensaje de salvación a los pueblos de alrededor.
Sin embargo, los enemigos era muchos y los recursos pocos. Dios envía a Hageo y Zacarías a predicar en Jerusalén, primero para levantar el ánimo de los responsables Zorobabel y Josué, y luego avivar el compromiso espiritual de todo el pueblo (Esd. 5.1-2). Había que poner manos ala obra, dejar atrás los intereses personales y luchar juntos para construir un testimonio unido en nombre de aquel que sería el Deseado de todas las naciones (Hag. 2.7).
Para estimular la obra de la construcción del templo, Zacarías entrega varias visiones que tienen que ver con la futura restauración de Jerusalén. El capítulo 8 describe con gran viveza la prosperidad, seguridad y alegría que la restauración de la ciudad santa supondrá. Para el predicador,este capítulo obliga a escoger un método hermenéutico. Si las palabras «Sión» y «Jerusalén» (Zac. 8.2-3) se refieren a la Iglesia, ¿cómo se cumplen las promesas de manera espiritual en la Iglesia? ¿Cuál sería la aplicación de ellas a la vivencia espiritual del creyente de hoy?
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Esteban Rodemann