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Dedica tiempo a preparar una buena conclusión
Aunque parezca mentira, muy a menudo la conclusión es la parte peor preparada del mensaje. Una mala conclusión puede estropear un buen mensaje.
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Asegúrate de que la conclusión sea breve
Muchas conclusiones son demasiado largas y matan el impacto del mensaje.
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¡No repitas el mensaje entero en la conclusión!
Una cosa es resumir lo que has dicho; ¡otra cosa es repetirlo todo!
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No introduzcas nada nuevo en la conclusión
Como norma general, no es bueno tocar temas o sacar ideas en la conclusión a los que no has hecho referencia en el cuerpo del mensaje.
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Escribe la conclusión de forma completa
Esto es especialmente aconsejable para predicadores con menos experiencia, pero es una buena idea para cualquier predicador.
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Lee la conclusión una y otra vez y procura memorizarla
En la conclusión es importante poder mirar a la gente a los ojos, para que sepan que les estás hablando a ellos. Hay que intentar compaginar la elocuencia con el contacto visual.
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Intenta que la conclusión sea la parte más elocuente del mensaje
No se trata de ser teatral, sino de buscar una forma elocuente y apasionada de concluir el mensaje, para que tenga el efecto deseado en los oyentes.
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Apela a las mentes, a las conciencias y a los corazones de la gente
Si predicar es explicar y aplicar la Palabra de Dios, aunque es bueno que haya aplicación a lo largo del mensaje, la conclusión debería ser 100% aplicación, dirigida a la persona entera del oyente.
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Deja muy claro lo que quieres que sientan y hagan
Con cada mensaje se espera que la Palabra predicada tenga un efecto sobre los oyentes: iluminar su entendimiento, tocar sus corazones y producir cambios en sus vidas. En la conclusión hay que dejar muy claro qué deberían entender, sentir y hacer.
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Cuando digas: “Para terminar”, o: “Finalmente”, ¡cumple tu palabra!
Muchos predicadores dicen: “Bueno, para terminar”; o: “Finalmente”; etc. ¡Y lo vuelven a decir! ¡Y lo vuelven a decir! Si les dices que vas a acabar, ¡acaba!