La poesía del Antiguo Testamento – Un reto para la predicación expositiva Salmo 110

La multiforme gracia de Dios

El Salmo 110 es el texto del Antiguo Testamento que más veces se cita en el Nuevo (unas 30 veces, entre citas directas y alusiones) . La insistencia con que el Señor Jesucristo y los apóstoles vuelven a esta porción de las Escrituras resalta la importancia que tiene para la experiencia cristiana. El Salmo 110 es un cofre que aporta tesoros al que consigue aclarar sus misterios. Como dice Jesús, «el que busca halla», y el creyente que escudriña en este salmo aprende a echar mano de Cristo como sustento diario, poderoso y eficaz.


El salmo representa la meditación de David sobre el relato de Génesis donde Abraham ofrece su hijo Isaac en sacrificio a Dios. David se da cuenta de que el juramento divino de ese momento comporta grandes promesas para todo el pueblo de Dios. El juramento apunta finalmente a Cristo como sacerdote-rey, suministrando gracia a los suyos hasta llevar a buen término la obra de redención. Es una respuesta a la fatiga espiritual del creyente, un bálsamo para el dolor existencial, una luz en medio de las tinieblas que a veces envuelven el alma del hijo o la hija de Dios.


Es un salmo breve pero extraordinario. El Señor Jesucristo afirma que es del rey David (Mt. 22.43), el «dulce cantor de Israel» que anhelaba la llegada de Cristo, cual lluvia y sol dando vida a la tierra (2 S. 23.1-7). Si en otros salmos David interpreta sus propias vivencias en clave mesiánica, viéndolas como anticipo de lo que sería la experiencia de Cristo, en este salmo se dirige directamente a Mesías. Siendo poesía, las palabras vienen cargadas de un significado que hace falta descifrar. Hay alusiones que a primera vista parecen oscuras. Hay frases enigmáticas. Bien decía Agustín de Hipona que este es un salmo «parco en palabras pero grandioso en el pensamiento».


El Salmo 110 informa el argumento de la epístola de Hebreos, una carta dirigida a cristianos con una vivencia espiritual superficial, cansados de las luchas de la fe. Son creyentes que llevan tiempo, pero tienen «las manos caídas y las rodillas paralizadas». Las dificultades de la vida han apagado el entusiasmo inicial con que abrazaron el evangelio. Necesitan el mensaje de un Jesucristo que ayuda activamente desde el cielo, para que vuelvan repetidamente a él sin tirar la toalla. Necesitan saber que Cristo puede renovar su experiencia de la misericordia de Dios e impartir fuerzas suficientes para los combates de cada día. Necesitan motivos para no desapuntarse de la fe. Necesitan el mensaje del Salmo 110.

El Salmo 110 y Hebreos

El autor de la epístola de Hebreos dedica gran parte de su argumento al ministerio de Jesucristo como sumo sacerdote. Después de afirmar que Cristo ha sido perfeccionado por el padecimiento, llegando a ser autor de eterna salvación para todos los suyos (He. 5.8-9), el autor plantea una semejanza entre Jesucristo y el sacerdote-rey del antiguo pueblo de Salem (He. 5.6, 10). Como aquel Melquisedec, Jesús ahora ostenta un sacerdocio permanente, desde el trono celestial que comparte con el Padre.
El autor de Hebreos lamenta que este aspecto de la obra de Cristo se entienda tan poco (He. 5.11ss) y se dedica a explicarlo. El punto de partida es el juramento que el Señor hace a Abraham después del sacrificio de Isaac (He. 6.13-14 con Gn. 22.16-18). Este juramento reporta sustento (un «fortísimo consuelo», He. 6.18) al creyente porque lo vincula con un Señor resucitado que ministra activamente a favor de los suyos en la presencia de Dios («dentro del velo»). El consuelo referido se fundamenta en la certeza de que Dios cumplirá lo que un día prometió a Abraham y confirmó con el juramento. El juramento al patriarca da seguridad al creyente de hoy, sirviendo de «ancla del alma» en medio de todas las vicisitudes de la vida terrenal.


El autor afirma que el Señor Jesucristo ejerce un ministerio constante y eficaz en el cielo a favor de los creyentes porque fue «hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (He. 6.19-20). La referencia al sacerdocio de Melquisedec se basa en dos pasajes del Antiguo Testamento: el relato sobre Melquisedec en Génesis 14.17-24 y la declaración de Salmo 110, de que Cristo sería un sacerdote parecido a aquel sacerdote-rey que ministró a Abraham:

Juró Jehová, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec (Sal. 110.4).

David no se refiere en este salmo a un juramento nuevo, como algo pronunciado por el Señor en un vacío y luego transmitido al poeta por revelación especial. Se refiere específicamente al juramento hecho a Abraham en Génesis 22. El salmo recoge la meditación espiritual de David sobre distintos aspectos del suceso que ocurre en el monte de Moriah y arroja luz sobre cada detalle del drama del sacrificio de Isaac (Mt. 22.43).
Las palabras del juramento vienen después de que Abraham se dispone a sacrificar a su propio hijo amado. El ángel le detiene la mano diciendo «ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único» (Gn. 22.12). Algo ha madurado en Abraham desde su justificación por la fe (Gn. 15.6). Varios años han pasado en el intervalo entre Génesis 15 y Génesis 22. Su fe se ha perfeccionado y ha llegado a la plenitud (Stg. 2.21-23). La manifestación de ello es que Abraham ahora está dispuesto a perder lo que más ama, por un amor superior a Cristo. Jesús luego diría que este «aborrecer la propia vida» es la marca del discípulo verdadero (Lc. 14.26). Es la actitud del apóstol Pablo en su madurez: «Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Fil 3.8).


Cuando el Señor le detiene la mano, Abraham se fija en un carnero con los cuernos trabados en un zarzal. Al comprobar que el Señor no quiere la muerte de Isaac, Abraham ofrece el carnero en vez de su hijo. El animal muere para que no muera Isaac, que lleva toda la descendencia futura de Abraham en sus lomos. De esta manera el carnero sirve de sustituto por todo el futuro pueblo de Dios. Con la provisión del carnero, Abraham exclama que, habiendo provisto el sustituto adecuado, Dios seguramente proveerá todo lo demás para todo su pueblo. «En el monte de Jehová será provisto» (Gn. 22.14). O como luego diría el apóstol Pablo: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?» (Ro. 8.32).
Luego el Señor le habla por segunda vez, diciendo que ahora se compromete con Abraham (y con su descendencia) de una manera especialmente solemne: «he jurado por mí mismo» (Gn. 22.16). Hay una triple confirmación de lo que Dios ha pensado llevar a cabo en el futuro: la promesa de darle la tierra de Canaán y bendecir a todo el mundo a través de su Descendiente (Gn. 12.1-3), el pacto que ratifica la promesa (Gn. 15.18), y ahora el juramento (Gn. 22.16-17). La palabra del Señor no puede fallar:

De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar;
y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos (Gn. 22.17).

El juramento de Dios a Abraham conlleva dos elementos claves: 1) se multiplicará el número de los redimidos, y 2) todos ellos llegarán a superar todos los estragos del mal (bajo la figura de la toma de las puertas de ciudades otrora inexpugnables). Para que se cumplan estas dos bendiciones (multiplicación numérica y superación espiritual), haría falta un suministro constante de la gracia divina, tanto para completar el número de los redimidos como para perfeccionar la obra de gracia en cada uno de ellos. David entiende que esto requeriría un sacerdocio permanente, para que se cumplieran las implicaciones del juramento. Tendría que haber un sacerdote que siempre estuviera en funciones, alguien como Melquisedec (cuya muerte no figura en el relato de Génesis y por tanto sigue presente como sacerdote, en el sentido literario.)


David comprende que se trata del Redentor prometido desde Génesis 3.15. También entiende que además de sacerdote, el Redentor tendría que ostentar una autoridad regia, como aquel descendiente que el Señor le había prometido a él, que reinaría para siempre sobre su trono. La promesa a David, como la promesa hecha a Abraham, se ha confirmado con juramento (2 S. 7.12, Sal. 89.35). El Redentor sería sacerdote para ministrar gracia al pueblo y sería rey para someter a los rebeldes: sujetando la voluntad de los que oyeran el evangelio y creyeran (añadiendo almas al número de los redimidos), erradicando los vestigios del mal en la vida de los creyentes (perfeccionando la buena obra en cada uno de ellos), y sojuzgando forzosamente a los enemigos restantes en todo el mundo.
El Redentor tendría que ser sacerdote y rey al mismo tiempo. David, meditando en todo esto, se da cuenta de que Melquisedec –el antiguo sacerdote-rey de Salem– es el ejemplo perfecto. Melquisedec sería el prototipo del Redentor.


Aunque el salmo habla claramente del triunfo del sacerdote-rey sobre todos sus enemigos, el trasfondo del juramento a Abraham recuerda que el desarrollo del plan de Dios tomaría su tiempo (para que se conviertieran todos los que se tenían que convertir y para que se santificaran plenamente todos los convertidos). Esto sugiere una secuencia temporal detrás del pensamiento del salmo.


La imposición de la autoridad del sacerdote-rey sobre sus enemigos avanza por etapas. El primer versículo del Salmo 110 contempla la ascensión de Cristo al cielo. David reflexiona sobre el lugar de honor que Dios dará al Redentor por haber entregado su vida. El versículo 2 destaca la predicación del evangelio, que sujeta algunos corazones a la fe (aunque no todos, porque sigue habiendo enemigos: «Domina en medio de tus enemigos»). El versículo 3 apunta a la venida de Cristo a la tierra en gloria, rodeado de su pueblo glorificado. El versículo 4 aclara el medio necesario y eficaz para llegar a tan grandioso escenario, que será el sacerdocio permanente de Cristo, al estilo de Melquisedec. Los versículos 5 y 6 hablan de la victoria de Cristo sobre todos los enemigos cuando venga en gloria. El versículo 7 aclara la dinámica espiritual que capacita al sacerdote-rey para terminar toda la obra de principio al fin.

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras claves, repeticiones, detalles que llaman la atención? ¿Dónde hay figuras de dicción?¿Cuál es el significado literal de las metonimias y metáforas: sentarse a la derecha (110.1), poner los enemigos por estrado de los pies (110.1), enviar la vara de su poder (110.2), tener el rocío de la juventud (110.3), quebrantar las cabezas en muchas tierras (110.6)?
  2. Las frases «a la diestra» en v. 1 y «a la diestra» en v. 5 se emplean con dos énfasis distintos. ¿Cuál es el punto de comparación en cada caso?
  3. Jehová envía una «vara» desde Sion (v. 2). Sion es el nombre de la fortaleza de David (2 S. 5.7), la antigua ciudadela de los jebuseos. La palabra significa «sequedad», porque dentro de la fortaleza no había ningún suministro de agua. La única fuente era el manantial de Gihón, más abajo al pie del monte. Sion es también el lugar del monte Moriah, donde Abraham sacrificó el carnero en lugar de su hijo. Por aquel sacrificio, y por todo lo que significa, Sion llega a ser el lugar donde Dios se manifiesta. Sería el lugar del templo (2 Cr. 3.1), donde el holocausto diario recordaba todos los días el sacrificio del carnero y lo que más adelante sería el sacrificio perfecto de Cristo.
    La vara de Jehová procede de Sion, el lugar donde Abraham ha ofrecido el sacrificio. La metáfora de la vara significa una imposición de la autoridad (como golpearle a uno con un garrote). El bastón de mando de los alcaldes y el cetro de los reyes recogen la misma idea: el que tiene la autoridad también tiene el derecho de imponerla por la fuerza (a base de golpes o, en nuestros días, con multas o penas de cárcel).
    Jehová impone su autoridad (envía su vara) desde Sion. La idea es que se proclama un mensaje acerca de lo que ha ocurrido en Sion (el lugar del sacrificio), y ese mensaje tendrá como efecto la imposición de la autoridad del Señor en algunos corazones. La imagen de la palabra con autoridad (como una vara que sale de Sion) ocurre varias veces en el Antiguo Testamento. Los profetas dicen que Jehová rugirá desde Sion (Jl. 3.16, Am. 1.2), que la ley del Señor saldrá de Sion (Is. 2.3), y que el Señor herirá la tierra con la vara de su boca (Is. 11.4). La aplicación de la vara (imposición de autoridad) ocurre mediante la proclamación del mensaje. Otros pasajes unen la proclamación de Cristo con un ejercicio del poder divino (Is. 53.1, Ef. 1.19), porque el evangelio es poder de Dios (Ro. 1.16, 1 Co. 1.24). Dios somete el corazón con el anuncio de la gravedad del pecado y la suficiencia del sacrificio de Cristo como sustituto. El que cree se somete a Jesucristo como Señor, para que sea también su Salvador (Hch. 16.31).
    Se proclama la noticia acerca de la provisión de un sustituto que libera de la muerte. Es una buena noticia para todo aquel que cree, uniéndose así por la fe a la descendencia de Abraham. La noticia procede del lugar de los hechos: Moriah, luego llamado Sion. Alguien la predica; los que son libertados del pecado comparten el mensaje con otros. El mensaje cautiva la imaginación de algunos, que obedecen de corazón a lo que significa (Ro. 6.17): que la paga del pecado es la muerte, pero Dios ha provisto un sustituto adecuado.
    Sin embargo, no todos responden al evangelio. Algunos siguen como rebeldes, y por ello Mesías reina en medio de sus enemigos. Algunos se someten al evangelio pero otros siguen en contra.
  4. ¿En qué sentido podría la escena del v. 3 ser el resultado del ministerio sacerdotal de Jesucristo (v. 4)?
    El resultado de la mediación sacerdotal de Cristo sería toda una multitud de personas redimidas, que al final de la historia tendrían su voluntad plenamente alineada con los deseos de Dios: «tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente». El verbo nadab se usa a veces para referirse a la entrega voluntaria para el servicio militar (Jue. 5.2,9). La idea es que todo el pueblo redimido se alista libremente a las filas de Mesías para participar en la conquista espiritual de la tierra. Esta entrega se hará visible en el día del retorno de Cristo a la tierra para reinar: «en el día de tu poder».
    En aquel día cuando Cristo venga, se manifestará la completa santificación de todos y de cada uno: «en la hermosura de la santidad». El proceso de cambio empieza con la justificación, cuando los corazones de los que creen son sometidos por el evangelio («la vara de su poder», v. 2), y sigue hasta completarse enteramente, como fruto de la mediación sacerdotal de Cristo. La frase «desde el seno de la aurora» alude a la venida personal de Mesías, que anunciará el amanecer de un nuevo día (2 P. 1.19). Los profetas dicen que Cristo vendrá del oriente, como el sol saliente, para entrar en su templo (Ez. 43.1-5).
    La multitud de los redimidos, además de sintonizar plenamente con la voluntad de Dios, serán rejuvenecidos (Sal. 103.5). En la resurrección todos serán jóvenes y fuertes, y ellos –cual rocío refrescante sobre el campo– supondrán la renovación de todo el mundo (Mi. 5.7, Ro. 8.21). Serán el pueblo de Mesías, por ello dice David «tú los tienes». Serán una multitud incontable (como las gotas del rocío) y gloriosa (como la belleza del sol sobre el campo mojado).
  5. La palabra «Señor» en v. 5 parece ser una referencia a Mesías cuando venga en gloria para juzgar. Si su victoria sobre todos los males va a ser tan contundente como se pinta en los vss. 5-6, ¿qué consuelo aporta al creyente el hecho de saber que Cristo está a su diestra (v. 5)?
  6. El v. 7 parece referirse al manantial de Gihón, donde Abraham probablemente dejó a los criados antes de subir a lo alto del monte de Moriah con Isaac (Gn. 22.5). Si iban a tardar varias horas en subir y bajar, Abraham querría dejarlos en un lugar con sombra y agua. Este manantial era la única fuente de agua en todo el monte, y lo más probable es que Abraham e Isaac también bebieran para reponer fuerzas antes de subir al monte. Al meditar en esto, David encuentra una semejanza con lo que haría Mesías, reponiendo fuerzas a través de las promesas de salvación para seguir hasta el lugar del sacrificio de la cruz (como Isaac). Compárese con Sal. 46.4; Is. 12.3, 55.1; Jer. 2.13, 17.13; Jn. 4.14, 7.37-39. ¿Hay alguna lección para el creyente de hoy?
    El salmo enseña que Mesías se apropiaría las promesas de la salvación (como Abraham e Isaac beben del arroyo de Gihón) para recibir fuerzas y ánimo en el camino hacia el lugar del sacrificio. Jesucristo alimenta su alma a través de la oración, confiando que el Padre le dará gracia para terminar la obra. Es lo que el Padre había prometido y el Espíritu le da fuerzas para seguir adelante hasta la cruz («mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios», He. 9.14). Así Jesús recibe sustento del Padre durante su ministerio terrenal (bebe de la fuente «en el camino»). El autor de Hebreos afirma que Cristo «por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz» (He. 12.2). El gozo que lo sostuvo era la certeza –por el Espíritu– de que su sacrificio merecería la pena, que aseguraría la salvación de una gran multitud de redimidos. «Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho» (Is. 53.11).
    Como Cristo recibió sustento para llegar al lugar del sacrificio, así plantea su vida espiritual el cristiano. Si Cristo se apropió de recursos espirituales para seguir avanzando en el camino de la voluntad del Padre, así podemos hacer nosotros. Nuestro Sacerdote-rey nos suministra gracia. Dios fortalece al creyente para que siga adelante en el camino de Jesús: negándose a sí mismo, tomando la cruz y siguiendo a Jesús. Así se gana la guerra espiritual. Así se reúne la gran multitud de los redimidos, que algún día serán como rocío en todo el mundo. Así se abre paso a los cielos nuevos y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia. «Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Ro. 8.21).
  7. ¿Cuál es la estructura del salmo? ¿Cómo es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.
  8. ¿Cuál es el empuje aplicativo de este salmo? ¿Qué pretendería David al escribirlo? ¿Qué querría que ocurriera en los lectores del salmo?
  9. ¿Cuál es el punto principal o idea central del pasaje? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …
  10. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase dos: exposición

  1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis, para que vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
  3. Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.

–Esteban Rodemann

[1] Citas directas: Mt. 22.42-45(Mr. 12.35-37, Lc. 20.41-44); Hch. 2.34-36; He. 1.13, 5.6, 5.10, 6.20, 7.17,7.21Alusiones: Mt. 26.64 (Mr. 14.62, Lc. 22.69); Mr.16.19;  Hch. 7.55-56; Ro. 8.34; 1 Co.15.25; Ef. 1.20-22;Fil. 2.9-11; Col. 3.1; He. 1.3, 7.1-3, 7.11, 7.28, 8.1, 10.12-13, 12.2; 1 P.3.22; Ap.3.21.

[2] El ancla aparece repetidamente en las catacumbas de Roma, como uno de los signos más apreciados entre los creyentes primitivos.

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