Cuando nos despedimos de un ser querido, se presenta una oportunidad única para un mensaje de la Palabra de Dios. Es un momento doloroso pero el Señor hace llegar su consuelo a través de las Escrituras. El predicador disfruta de una libertad mucho mayor que en otras ocasiones, si sabe exponer un mensaje corto pero apropiado.
A un entierro suelen asistir muchos inconversos. Son personas que jamás asistirían a un culto de iglesia o un acto evangelístico. El predicador hace bien en recordar los tres objetivos del mensaje expositivo en esta coyuntura: transmitir el consuelo de Dios a los vivos, honrar la memoria del difunto y comunicar el mensaje del evangelio a los amigos que acompañan a la familia.
Hay varios detalles importantes a tener en cuenta, si el predicador quiere ser el instrumento del Señor en tan solemne ocasión.
Aspectos prácticos
Suele haber dos ocasiones para un pensamiento bíblico: en el velatorio con la familia y allegados, y luego en el cementerio cuando se practica la sepultura. Si toca la incineración, la oportunidad de predicar a veces se reduce a una sola ocasión. Si hay un responso según el rito católico, a veces el cura permite que hablen terceros a petición de la familia. Si el velatorio dispone de capilla y la ceden a la familia, hay tiempo para un mensaje bíblico más completo.
En el cementerio se suele esperar hasta que los funcionarios hayan introducido el ataúd dentro del nicho o en la tierra. Después de que terminan su trabajo, hay un espacio donde se puede exponer la Palabra con libertad.
En cualquier caso se trata de un mensaje corto, tanto en el velatorio como en el cementerio. Conviene equilibrar el mensaje de la Escritura con algunos apuntes sobre la vida de la persona difunta, lo cual requiere una conversación previa con la familia sobre los detalles que ellos quisieran resaltar, o para coordinar las distintas intervenciones que ellos quisieran proponer: lecturas bíblicas, poesías, himnos, canciones, reflexiones personales. A veces la persona fallecida ha indicado de antemano sus deseos para su propio entierro: lo que quiere que se lea o se cante.
Enfoques necesarios
El enfoque de la predicación en un entierro depende en cierta medida de la clase de persona que ha fallecido. Si la persona ha sido un gran siervo del Señor, se puede hablar de las recompensas que Dios promete por una vida de servicio. Si la persona ha sido un creyente humilde pero fiel, toca hablar de las glorias de la resurrección y la esperanza del cielo. Si la persona fue un creyente de vida contradictoria o se ha suicidado, procede enfatizar la fidelidad del Señor a sus promesas. Si la persona ha sufrido mucho, convendría destacar el descanso que traerá la vida eterna.
El entierro de una persona inconversa requiere una delicadeza especial. Desarrollar el tema del consuelo que el Señor ofrece a los vivos es mejor que cargar las tintas hablando de la condenación eterna de los que mueren sin Cristo. En vez de afirmar la certeza de la resurrección, el predicador anunciará la oferta de resurrección –con el perdón y la vida eterna– que el Señor extiende a todos los que vienen a Cristo con fe. Tenemos un Dios que enjugará todas las lágrimas, que también nos invita: «Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados».
En general, lo fundamental es dirigir las miradas a la persona y obra de Jesucristo, más que entonar lamentos sobre la inevitabilidad de la muerte. Compartimos la tristeza de la familia, pero nos alegramos por la certeza que dan las promesas de Jesucristo en el evangelio.
Pasajes bíblicos
Hay muchos pasajes bíblicos que pueden ser la base de una reflexión bíblica en un entierro. Algunos ejemplos:
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Ir con Cristo es muchísimo mejor (Fil. 1.23, 2 Co. 5.8)
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El Señor es mi pastor (Sal. 23)
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Hay delicias a su diestra (Sal. 16.11)
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Él nos guiará más allá de la muerte (Sal. 48.14)
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Mi Redentor vive, veré a Dios (Job 19.25-27)
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Cristo prepara un lugar (Jn. 14.1-3)
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Cristo es la resurrección y la vida (Jn. 11.25-26)
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Cristo venció a la muerte (1 Co. 15.51-58, Jn. 16.33)
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Descansarán de sus trabajos (Ap. 14.13)
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Estimada es la muerte del creyente (Sal. 116.15)
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Cielo nuevo y tierra nueva (Ap. 21.1-4)
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Cristo libera del temor de la muerte (He. 2.14-15)
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Cristo libera de la ira venidera (1 Tes. 1.10, 5.9-10)
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El creyente no vendrá a condenación (Jn. 5.24, Ro. 8.1)
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Habrá una corona de justicia (2 Ti. 4.8)
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Tristeza ahora, gozo después (Jn. 16.20)
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Dios da consuelo (Is. 66.13)
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Dios es fortaleza en el día de la angustia (Nah. 1.7)
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Dios es nuestro auxilio en la tribulación (Sal. 46.1-3)
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Estaremos alegres (Sal. 126.3)
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Cambiará el lamento en baile (Sal. 30.11)
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En su mano están nuestros tiempos (Sal. 31.15)
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Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (Ro. 5.2)
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Nada nos separará del amor de Dios (Ro. 8.38-39)
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Despertaremos a su semejanza (Sal. 17.15)
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Dios llevará en brazos a sus corderos (Is. 40.11)
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Dios enjugará toda lágrima (Ap. 7.17)
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Le veremos cara a cara (1 Co. 13.12, Ap. 22.4)
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