Lo que menos me imaginaba yo era que iba a aprender del Eclesiastés una serie de principios que me iban a ayudar en mi tarea de estudio del texto bíblico. Cuando cursaba estudios universitarios, tuve que aprender lo que era la metodología de investigación, de los fundamentos de la experimentación… y algo que falta en muchos seminarios bíblicos es esto: enseñar a investigar para hablar con rigor.
El Cohélet acaso no sea paradigma de profundidades teológicas—asunto discutible—porque afirmaciones teológicas y profundas sí que las hay; pero de lo que no cabe la menor duda es de su capacidad investigadora.
Se define como empirismo el conocimiento originado por la experiencia. Por tanto, leyendo críticamente su libro, uno se da cuenta de que el Cohélet escribe de lo que ha experimentado en primera persona. Pero dicha experiencia no le fue sobrevenida, sino devenida, intencionada, racionalizada. Su expresión favorita es apliqué mi corazón (1.13; 8.16);[6] mi corazón ha experimentado (1.16); he dedicado mi corazón (1.17; 8.9; 9.1); mi corazón me guiaba con sabiduría (2.3); ni privé a mi corazón (2.10); entregué mi corazón (2.20); dirigí mi corazón (7.25)… queriendo decir así que lo experimentado lo fue a propósito, controlado e implicando todas sus emociones, sentimientos, pensamientos y acciones.
El libro tiene la estructura de una tesis doctoral, subdividida en tres tesis bien diferenciadas y una conclusión (12.13s), y lo es porque cumple el patrón de una investigación rigurosa. De lo cual deberíamos aprender un tanto aquellos que estudiamos el texto bíblico y lo exponemos a las congregaciones.
Lo primero que aprendí del Cohélet fue que tengo que inquirir con sabiduría (1.13), es decir, investigar asuntos desde todos los ángulos posibles. Llevar a cabo el estudio y hacer un enfoque pluridimensional. Sus experiencias en los ámbitos que menciona en el libro le permitieron encontrar las posibilidades que daba de sí un asunto. Como el experimento que hizo el psicólogo Edward De Bono con los seis sombreros para pensar (hechos, emociones, juicios negativos, juicios positivos, alternativas y creatividad, proceso de control), el Cohélet se puso todos los sombreros posibles para entender todo lo que estaba investigando.
Lo que seguidamente aprendí del Cohélet fue que tengo que investigar con sabiduría (1.13), es decir, buscar las raíces de un asunto. Contextualizar lo que se está diciendo; enmarcar los conceptos adecuadamente; indagar en el proceso de causa-efecto; buscar las relaciones de ideas y de unidades de pensamiento dentro de un libro bíblico concreto, buscar el vestigio (in-vestigar), la huella de lo que alguien ha dejado… todo esto ayudará no sólo para ver el árbol, sino todo el bosque.
Lo tercero que aprendí del Cohélet fue que tengo que sopesar (12.9), es decir, recoger material para mi investigación. Para él no fue suficiente una sola experimentación, sino que echó mano de unas conclusiones primarias contrastadas (su borrador), quizá consultando con otros y contrastando su pensamiento, intentando ver la convergencia o divergencia en las conclusiones, hallar las razones de los ámbitos de estudio, falsar ideas que no corresponden, relacionar unas ideas con otras… al más puro estilo investigador.
Lo siguiente que aprendí del Cohélet fue que tengo que escudriñar (12.9), o lo que es lo mismo, examinar rigurosamente. El rigor científico se exige en toda investigación. La falsedad o inexactitud de los datos no tiene lugar en una tesis, ¿cuánto más en el estudio de un texto bíblico? Rigor y tiempo, rigor y seriedad, rigor y conciencia, son pares que no podemos divorciar. Así, al menos, lo entendió Lucas cuando escribió su evangelio y el libro de Hechos (Lc. 1.1-4; Hech. 1.1). Como médico, Lucas sabía qué era una investigación científica: cosas certificadas (v. 1); trasmitido por testigos oculares y servidores del Logos (v. 2); investigar exactamente todas las cosas desde sus fuentes (v. 3a); escribirlas en orden (3b); para hacer que otro se percatarse de la verdad precisa (v. 4). ¿Hay mayor rigor? Unos desecharon ideas que hubo que rescatar; otros asumieron ideas que hubo que descartar por ser inverosímiles. Lucas lo examina todo y cataliza lo provechoso para elaborar su evangelio.
Y, finalmente, entre otras muchas cosas que aprendí, el Cohélet me enseñó que, después de todo esto, tengo que componer, así como él compuso muchos proverbios, es decir publicó sus conclusiones, y que no eran opiniones trasnochadas de un illuminati. Nada de pseudo-opiniones; ni conclusiones semielaboradas; ni ideas con alto contenido de incertidumbre. Al contrario, exactitud, control de sus ideas, rigurosidad, aproximación a la certidumbre.
Como predicadores debemos mucho al Cohélet por toda su enseñanza, la expresada y la que queda sin expresar. “Cohélet procuró hallar palabras aceptables y escritura recta, palabras de verdad” (12.10). “No sacrificó el tema a la forma” (Barton, International Critical Commentary, p. 197: 1908). Palabras que animaban a la acción y que delimitaban, como hitos, el camino por donde había que ir. Un maestro de la palabra y de la escritura; un hombre rigurosamente serio en lo que decía; un ejemplo de Predicador para los predicadores.
José Mª de Rus
Pascua de 2014
[6] Todas las citas están tomadas de la Biblia Textual.