En España estamos viviendo una situación nueva impuesta por la rápida difusión del coronavirus: la suspensión de cultos de las iglesias locales, la anulación de conferencias y congresos, el abandono de la reunión de grupos de hogar, la prohibición incluso de células de discipulado. El contacto físico entre hermanos, que es el alma de la vida y del ministerio cristiano, está severamente restringido.
¿Cómo hemos de plantear la predicación expositiva en un contexto así? Se están dando distintas respuestas. En algunas iglesias, los predicadores graban sus mensajes en casa y luego los suben a YouTube o Vimeo. Otras iglesias hacen sus reuniones por Zoom, Google Meet o Skype, y dan la predicación en vivo ante una cuadrícula de hermanos que se han conectado. En algún caso el predicador se ha desplazado a la capilla para hablar desde un local vacío, para que los miembros escuchen por streaming.
De la misma manera, muchas reuniones de oración y grupos de hogar emplean la tecnología de Zoom. El que comparte la Palabra lo hace en vivo durante la reunión o graba el mensaje de antemano para que se comparta en pantalla durante el encuentro. Los mensajes suelen ser más cortos que en la vida real.
Muchos hermanos están llegando a conocer a predicadores de otras iglesias, incluso de otros países, durante este tiempo de confinamiento. Escuchan predicaciones que proceden de otros contextos denominacionales. Sus horizontes se abren al recibir la palabra de un abanico de pastores cualificados.
Hay tres claves que nos pueden orientar respecto al ministerio de la predicación expositiva en estos tiempos tan extraños. Primero, las personas siguen necesitando un mensaje de Dios. Está bien que se nos manden canciones, memes y bromas graciosas. Son cosas que hacen reír y alivian la presión del momento. Está bien visionar vídeos de gatos y de bebés, que también nos arrancan una sonrisa. Las personas reclaman, sin embargo, algo más sólido para su alma. Necesitan una palabra del Dios que está por encima de todas las situaciones vitales.
Un ejemplo de esto podría ser el naufragio que sufrió el apóstol Pablo en Hechos 27. Este predicador soportó con toda la tripulación los estragos de la tempestad en alta mar. Seguramente se caló como todos. Seguramente se mareó como todos. Pero su respuesta fue diferente porque recibió una palabra de Dios asegurando que llegaría a buen puerto con sus compañeros de a bordo. Al recibir una palabra de Dios, Pablo estaba en condiciones de dar una palabra de Dios: «Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho» (Hch. 27.25).
Primero hay que recibir la palabra, estar en «el secreto de Jehová»,recibir panes y peces de manos de Jesús. Después estamos encondiciones de dar la palabra a los demás. Damos de parte de Dios loque hemos recibido de Dios.
La palabra de Dios es lo único que alumbra el camino (Sal. 119.105).Es lo que aporta sanidad a las almas (Sal. 107.20). Es lo que transforma las vidas (Jn. 17.17). La palabra acerca de Jesucristo crucificado es el alimento verdadero (Jn. 6.55). Estos hechos animana pensar que la prioridad, cuando se plantea la reconfiguración telemática de la vida congregacional, no es tanto mantener la identidad de la iglesia local, sino facilitar que la palabra de Dios siga llegando a los corazones.
Una segunda consideración es que los principios acerca de la buena exposición siguen vigentes en la nueva situación. El predicador está llamado a abrir la Biblia, no compartir sus propias reflexiones. Cada pasaje de las Escrituras se basa en una idea central, que el predicador ha de descubrir y aplicar primero a su propia vida, para luego transmitirla a la congregación. Hacer el puente entre el mundo antiguo y el mundo actual es tan necesario como siempre. Las reglas de fidelidad (al mensaje bíblico), pertinencia (a la vida real de los oyentes) y claridad (en el desarrollo del argumento del pasaje) siguen siendo fundamentales. En todo momento, el predicador está llamado a dirigir a los hermanos hacia Cristo. Es como lo que se narra acerca de los discípulos de Juan el Bautista:«Le oyeron hablar… y siguieron a Jesús» (Jn. 1.37).
Por último, la predicación telemática cuenta con algunos aspectos especiales. Hace falta minimizar los factores de distracción para que la palabra llegue mejor. Tanto en una predicación grabada de YouTube como una exposición en vivo por Zoom, los oyentes pueden apagar la cámara y marcharse para hacer otra cosa si pierden interés. Pueden ir a la cocina y preparar un café, ir al baño,abrir la ventana o revisar sus correos electrónicos. Nada de eso ocurre en un culto normal. Esta realidad invita al predicador atrabajar el manuscrito del sermón con esmero, con el fin de cautivarlos corazones para bien. Salomón nos recuerda que «el Predicador procuró hallar palabras agradables y escribir rectamente palabras de verdad» (Ec. 12.10). Es un desafío para el expositor online.
También hay factores ambientales a tomar en cuenta: 1) si se graba con móvil, es mejor grabar en horizontal, no en vertical; 2) conviene ajustar la altura de la cámara. Debe estar a nivel de los ojos, no mirando hacia arriba desde la mesa; 3) hay que cuidar la iluminación del rostro del predicador, para que no quede ni envuelto en sombras ni con un reflejo excesivo en las gafas; 4) urge cuidar el sonido para evitar un audio retumbante. Un micrófono de solapa ayuda; 5) conviene cuidar la vestimenta. Es mejor predicar como harías en el culto, que hacerlo en chandal o pijama; 6) es una ayuda revisar el fondo detrás del predicador, para que respalde el mensaje. Un estante lleno de libros convence más que un fregadero de cocina lleno de cacharros; 7) hay que anticipar interrupciones, para que no suene el teléfono ni entren corriendo los niños.
En este tiempo de cuarentena sería fácil promover alarma y rabia.No sería difícil plantear la situación como una muestra del juicio de Dios, para humillar a su pueblo y quebrantar a los que no le conocen. Algo de eso hay seguramente, aunque desconocemos los misterios de la voluntad divina. Sin embargo, es esencial que el predicador recuerde –para que su exposición lo refleje en el tono–que el fin último del Señor es bendecir a las personas. La crisis está abriendo algunos corazones para que busquen a Dios como nunca antes. Algunos se han vuelto espiritualmente sensibles. Hay creyentes que han reenfocado sus prioridades para bien. La buena exposición dela Palabra se ha vuelto más urgente y más pertinente que nunca.
A vosotros, primeramente, Dios, habiendo levantado a su Hijo,
Hechos. 3.26
lo envió para que os bendijese, a fin de que cada uno se convierta de su maldad.
Esteban Rodemann