Muchos comentaristas han calificado el libro de Zacarías como el más mesiánico, el más escatológico, de todo el Antiguo Testamento. Abundan los símbolos apocalípticos y las referencias al ministerio de Cristo en su segunda venida. El libro tiene el propósito de dar esperanza al pueblo de Dios en un momento de existencia nacional precaria.
Ministrando alrededor de 520 a.C. (el segundo año del rey Darío, Zac. 1.1), el profeta colabora con Hageo para avivar la moral entre los que han vuelto de Babilonia a su tierra ancestral. Los que han regresado son pocos (unos 50.000); muchos de sus compatriotas han quedado en las provincias del imperio persa. Las murallas de la ciudad antigua de Jerusalén siguen derrumbadas; el pueblo está expuesto a las abusos de enemigos que ostentan el poder político.
El decreto el Ciro el Grande que ha permitido el retorno de los exiliados incluye el encargo de levantar de nuevo el templo en Jerusalén: «Jehová el Dios de los cielos me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá» (Esd. 1.2). En la mente del rey persa, la orden de levantar el templo es un apaño político para garantizar la complicidad de los dioses de los pueblos vencidos. Si Ciro concede libertad de culto, es posible que sus dioses le favorezcan en sus empresas guerreras.
Para los retornados, sin embargo, levantar el templo supone algo mucho más importante: dar testimonio de Cristo. Sin templo, no era posible ofrecer el holocausto diario. El cordero sacrificado cada mañana y cada tarde –dando su sangre, consumido en el fuego, levantado en alto a la vista de todos– era una poderosa ayuda visual para anunciar la persona y obra del Salvador venidero. El testimonio de Cristo era lo que daba sentido a Israel como nación; levantar el templo sería el medio para transmitir el mensaje de salvación a los pueblos de alrededor.
Sin embargo, los enemigos eran muchos y los recursos pocos. Dios envía a Hageo y Zacarías a predicar en Jerusalén, primero para levantar el ánimo de los responsables Zorobabel y Josué, y luego avivar el compromiso espiritual de todo el pueblo (Esd. 5.1-2). Había que poner manos a la obra, dejar atrás los intereses personales y luchar juntos para construir un testimonio unido en nombre de aquel que sería el Deseado de todas las naciones (Hag. 2.7).
Para estimular la obra de la construcción del templo, Zacarías entrega varias visiones que tienen que ver con la futura restauración de Jerusalén. El capítulo 8 describe con gran viveza la prosperidad, seguridad y alegría que la restauración de la ciudad santa supondrá. Para el predicador, este capítulo obliga a escoger un método hermenéutico. Si las palabras «Sion» y «Jerusalén» (Zac. 8.2-3) se refieren a la Iglesia, ¿cómo se cumplen las promesas de manera espiritual en la Iglesia? ¿Cuál sería la aplicación de ellas a la vivencia espiritual del creyente de hoy?
En cambio, si las promesas se cumplen en el cielo nuevo y tierranueva, se confirma la vertiente futura de la esperanza, lo cualtambién tiene implicaciones para el comportamiento del creyente. Sinembargo, hay un detalle en el pasaje que parece descartar laposibilidad de que estas promesas se refieran al cielo nuevo y tierranueva: la procreación de niños (Zac. 8.5, Mt. 22.30).
Por otra parte, si las promesas se interpretan de forma literal, el cumplimiento ha de dar lugar en una futura edad de oro, entre la segunda venida de Cristo y el comienzo del cielo nuevo y tierra nueva. Sería como la primera etapa del estado eterno. De esta manera, la promesas describen cosas que ocurrirán en la ciudad literal de Jerusalén como bendición para el remanente de Israel, aquel grupo reducido de israelitas según la carne que también habrán creído en Jesucristo como su Mesías (Zac. 8.1, 12; compárese con Is. 1.9, 10.22, 17.6, 24.13). ¿Qué datos aporta Zac.8.14-15 sobre la posible literalidad de las promesas?
Si las promesas sobre la restauración de Jerusalén han de cumplirse literalmente, se plantea el mismo reto para la aplicación: ¿Qué aportan estas promesas al creyente en Cristo hoy? ¿Cuáles serían las aplicaciones que deben resaltar el predicador expositivo en nuestros días?
Estas cuestiones se aclaran analizando los detalles de dos aspectos del texto:
Las promesas de restauración: ¿qué se promete concretamente a los habitantes de Jerusalén?
–8.3 (2.10)
–8.4-6 (cp. 14.11)
–8.7-8
–8.10-12
–8.11-12
–8.13
–8.19
–8.21-23 (cp. 2.11-12, 14.16-19)
Las respuestas de fe: ¿cuáles son las respuestas adecuadas a tan grandes promesas? Las promesas gloriosas influyen en el comportamiento de los que las abrazan.
–8.16
–8.16
–8.17
–8.17
–1.3
–2.13
Exégesis
¿Cómo fluye el argumento de este pasaje? ¿Cuáles son las unidades de pensamiento en este capítulo? ¿Qué sería la idea central del pasaje, el mensaje principal? ¿Cuál sería el propósito de un sermón sobre este pasaje (lo que queremos que ocurra en los oyentes)?
Como grupo, tratad de elaborar un bosquejo que refleje la enseñanza del profeta.
Exposición
1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis para vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
3. Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.
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