La poesía del Antiguo Testamento


Aproximación a la poesía hebrea

La poesía es la manifestación de belleza por medio de la palabra. Es un artificio literario para hacer el máximo impacto emocional. En palabras del poeta romántico alemán Novalis, «Cuando un poeta canta, estamos en sus manos; él sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos».

La intención del poeta es impactar el corazón por medio de tres recursos que distinguen la poesía de la prosa ordinaria: economía, energía y sutileza. Se emplean menos palabras, lo cual a veces aporta misterio. El lector tiene que meditar bien para captar el sentido pensado por el autor. La frases conllevan energía mediante figuras de dicción. En vez de decir «Señor, ayúdame contra mis enemigos», el poeta exclama, «Señor, ¡rompe los dientes de las fieras!». Además de economía y energía, también hay sutileza: se trata de imágenes pintadas con palabras. Son afirmaciones veladas que requieren un esfuerzo de parte del lector, para asomarse al mundo del poeta y abrazar su mensaje. Como diría García Lorca: «La poesía no quiere adeptos, quiere amantes».

Destacan dos características principales de la poesía hebrea: las figuras de dicción y el paralelismo. Algunas de las figuras más importantes son el símil, la metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la hipérbole. El símil es hacer una comparación empleando la palabra «como»: el justo es como un árbol, el impío es como el tamo que arrebata el viento. La metáfora es también una comparación, pero sin la palabra «como»: yo soy la vid, yo soy la puerta, yo soy el camino, yo soy el buen pastor. Tanto el símil como la metáfora invitan a dar un paso siguiente e identificar exactamente en qué consiste la comparación.

La metonimia es la yuxtaposición de dos pensamientos que tienen cierta relación entre sí. Dice una cosa, pero realmente significa otra cosa relacionada. El Salmo 1 dice «bienaventurado el hombre que no anduvo en consejo de malos». Por metonimia, el lector comprende que «andar» significa «conducir la vida», y «consejo de malos» significa «los valores de esta sociedad». De modo que la frase entera quiere decir, «Feliz el hombre que no conduce su vida según los valores de este mundo». Hace falta destilar la esencia detrás de los pensamientos relacionados. ¿Cuál es el significado?

La sinécdoque es poner una parte por el todo, o el todo por una parte. «Nos tocó pagar la cena a 10€ por barba». Evidentemente la barba no paga nada. La palabra significa «persona». Por sinécdoque, se trata de una parte por el todo. Cuando el Salmo 1 dice «bienaventurado el varón», quiere decir «bienaventurada la persona», sea hombre o mujer. Cuando dice «la ley de Jehová», se refiere a toda la Palabra de Dios, no sólo el Decálogo.

Por último, la hipérbole es una exageración intencionada para dar énfasis a una afirmación. «Si tu ojo te ofende, sácalo y échalo de ti», dice Jesús. «Más vale que se le cuelgue una piedra de molino al cuello y se le eche al mar». La hipérbole sirve para sacudir la jaula mental del auditorio, para que los oyentes presten atención. El Salmo 1 dice, «Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio». La idea es que no tendrán nada que decir: no prestarán declaración, se quedarán sin defensa alguna. La exageración –de que no se levantarán de su silla o del suelo– enfatiza que en aquel día no se admitirá excusa alguna.

La poesía hebrea no se define tanto por su rima ni por la métrica, sino por el paralelismo. El poeta apila frases, unas sobre otras, a veces para decir lo mismo, a veces para decir lo contrario, a veces para desarrollar un pensamiento. El significado se aclara tomando nota de cómo las frases se relacionan entre sí. En el Salmo 1 se aprecian tres tipos de paralelismo:

Paralelismo sinónimo, en que la segunda frase dice lo mismo que la primera, pero con otras palabras: «No se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos».

Paralelismo antitético, en que la segunda frase dice lo opuesto de la primera: «Jehová conoce el camino de los justos, mas la senda de los malos perecerá».

Paralelismo sintético, en que las frases van ampliando un concepto: «Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado».

Valor de los salmos

Una de las porciones más poéticas de la Biblia, y más provechosas para orientar el corazón del creyente, es el libro de Salmos. Muchos de los salmos son cánticos compuestos por David, el joven pastor de ovejas que llegó a ser rey de Israel. David destaca porque tiene un corazón sintonizado con Dios, quien lo describe como «varón conforme a mi corazón» (1 S. 13.14). Los anhelos de David, sus miedos, sus angustias, su consuelo, su esperanza, su dolor, todo encaja con el sentimiento divino que luego quedaría plasmado en la persona del Señor Jesucristo.

David despunta por su habilidad componiendo coplas poéticas que responden a toda la gama de sentimientos humanos, desde la más abyecta desolación hasta el más delirante regocijo. David derrama lágrimas sin consuelo y en otras ocasiones prorrumpe en gritos de alabanza. Su exposición literaria da forma al culto oficial, al incorporarse sus salmos en el himnario de Israel. Los que acuden al tabernáculo, y luego el templo, canalizan sus plegarias y su adoración a través de los textos del «dulce cantor de Israel» (2 S. 23.1). Todos se dan cuenta de que las meditaciones de David podrían ser asimiladas por los demás: leyendo, aprendiendo, meditando, cantando, recitando a otros. Las palabras de David –dadas por el Espíritu de Dios– una vez guardadas dentro, acaban domando el corazón del creyente. «Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien» (Sal. 116.7).

Con los salmos, el creyente aprende lo que debe sentir y cómo expresar sus inquietudes más profundas al Señor. Lejos de reprimir los sentimientos indignos o negar que existan, el creyente aprende a llorar con Dios, a enfadarse delante de Dios, a exponer todas sus miserias a Dios, a dejar sus cargas con Dios, con el fin de que Dios tome control de su alma y la reconduzca a un lugar de plena confianza, para que repose en el Señor. El creyente descubre cómo vivir con Dios en un mundo averiado. Los salmos le sirven para adiestrar su espíritu: confrontando la tristeza y la confusión sin tapujos, y sobreponiéndose a desgracias mil para seguir esperando en un Dios que no deja de ser un Buen Pastor: «Jehová es mi pastor, nada me faltará» (Sal. 23.1).

Los salmos dan contenido a un diálogo que el creyente mantiene consigo mismo. Por un lado, el Señor quiere que los creyentes se ayuden mutuamente, sobrellevando las cargas los unos de los otros («Jehová está conmigo entre los que me ayudan», Sal. 118.7) pero por otro, cada uno tiene que servir de terapeuta para su propia vida interior. «Cada uno llevará su propia carga» (Gá. 6.5). Es una especie de psicoanálisis personalizado, con Dios como médico divino. Uno se mira al espejo y razona con su propio corazón. El diálogo podría expresarse de distintas maneras:

  • Preguntando: «¿Por qué te abates, oh alma mía?» (Sal. 42.5).
  • Exhortando: «Alma mía, en Dios solamente reposa» (Sal. 62.5).
  • Recordando: «Oh alma mía, dijiste a Jehová: “Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti”» (Sal. 16.2).
  • Animando: «¡Despierta, alma mía!» (Sal. 57.8).
  • Imponiéndose: «He acallado mi alma» (Sal. 131.2).
  • Pidiendo a Dios: «Sana mi alma, porque contra ti he pecado» (Sal. 41.4).
  • Avivando: «Bendice, alma mía, a Jehová» (Sal. 103.1).

En todo este esfuerzo por adiestrar el alma y traerla bajo control, la palabra de Dios demuestra ser el medio imprescindible: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma» (Sal. 19.7). La palabra hebrea «convertir» es shub, que significa «volver», y en su forma hifil, «hacer volver». La palabra de Dios reconduce el alma ­–atrayendo y empujando– hasta hacerlo volver al lugar de confianza en Dios y sumisión a su señorío. David usa la misma palabra shub cuando dice que el Señor «confortará mi alma» (Sal. 23.3): «Haces que mi alma vuelva cuando se ha despistado, y eso me reporta consuelo».

Salmo 1

Este salmo bien podría ser la introducción a todo el himnario sagrado. Plantea el contraste entre el justo, justificado por la fe en el Redentor venidero (como Abram, Gn. 15.6), y el malo, cuyo destino es acabar eliminado de la escena cósmica al final. Es un estudio de contrastes: los versos de 1 al 3 describen el justo, los versos de 4 a 6 el malo. El justo se deleita en la palabra de Dios, el malo se guía por los consejos de otros pecadores. El justo acaba hecho un árbol con follaje y fruto, mientras el malo acaba como la pelusa del trigo que desaparece con el viento. Hay un contraste entre dos estilos de vida, dos grados de fortaleza interior y dos destinos futuros.

El valor del salmo para la exposición estriba en la correcta interpretación del lenguaje figurado. Poner nombre a las figuras e identificar las distintas clases de paralelismos es un primer paso, pero después hay que analizar el significado latente en todo ello. ¿Qué quiere transmitirnos el autor? La pertinencia al creyente de hoy gira en torno a la ley del Señor como delicia, para que la meditación en ella sea una práctica asidua y la aplicación de ella un hábito cotidiano.

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras clave, repeticiones, personas, detalles que te llaman la atención?
  2. ¿En qué consisten las distintas maneras de andar (v. 1)? ¿Por qué el contraste entre andar y sentarse?
  3. ¿Cómo puede la ley del Señor ser una delicia? ¿Qué supone la meditación en ella día y noche?
  4. ¿Qué significa la comparación del justo con un árbol plantado junto a corrientes de aguas? ¿Cómo se expresaría la idea en prosa normal? ¿A qué se refiere el fruto? ¿A qué se refiere la hoja? ¿Qué tiene el justo (como árbol) que no tiene el malo (como tamo)?
  5. ¿Cuál es la estructura del pasaje? ¿Cuál es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.
  6. ¿Cuál es el punto principal o idea central que el autor estaba tratando de comunicar a sus primeros lectores en este pasaje? ¿Qué es lo palpitante de este pasaje, el centro neurálgico? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …
  7. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase dos: exposición

  1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis para vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
  3. Debatir posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.

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