La guía del Señor en el día malo
Este salmo parece surgir de una situación ocurrida en la etapa madura de la vida de David. Se refiere a los pecados de su juventud como algo del pasado (25.7). Sus enemigos son muchos y crueles, se le oponen sin provocación («los que se rebelan sin causa», 25.3). La soledad le abruma (25.16). David podría haber compuesto el salmo durante la rebelión de Absalón, cuando tiene que huir de la capital y duda de la respuesta más conveniente a la crisis (2 S. 15-19). ¿Huir de Jerusalén o quedarse en Jerusalén? ¿Confiar en sus consejeros o desconfiar? ¿Llevar el arca consigo o dejarla en su lugar? Hay una angustia extrema, un desconcierto total, una conciencia de pecado mezclada con un anhelo de liberación de los enemigos. Sabe que el origen de la inquina de Absalón ha sido su adulterio con Betsabé. El profeta Natán ya le dijo que la espada no se apartaría de su casa (2 S. 12.10).
El valor del salmo consiste en plantear para el creyente cuál debe ser su actitud en medio de situaciones vitales complejas, sobre todo cuando reconoce que su propio pecado ha contribuido al problema. A veces hay relaciones rotas, abandonos y traiciones. Los amigos han dejado de serlo. Los miembros de la familia se han vuelto fríos, incluso hostiles. Hay enemigos con odio implacable. Circulan bulos que distorsionan el relato de los hechos. El creyente necesita dirección divina, tanto para comprender cuál es la voluntad de Dios en general como para saber qué pasos dar en esta situación concreta.
El creyente también necesita fuerzas para actuar cuando ha comprendido cuál es la voluntad de Dios: «Encamíname en tu verdad» (25.5). No se limita a acciones externas, sino todo depende de una disposición interna. Todo comienza en el corazón. Por eso David pide que el Señor guarde su alma, para que prevalezcan la integridad y la rectitud (25.20, 21).
Pueden ser casos tan alambicados que el creyente ni sabe cómo orar. Hay una maraña de factores, de protagonistas, de móviles cruzados entre unos y otros, de palabras que se han dicho y se han callado, de gestos que se han interpretado bien o mal, en fin un conjunto de circunstancias tan embrolladas que uno ni sabe pedir ayuda al Señor. Por eso el salmista empieza diciendo «te levanto mi alma» (25.1). Es una metonimia que alude a la ofrenda mecida que el sacerdote levantaba ante el Señor en señal de entrega (Lv. 7.30-36; 8.27, 29; 9.21), y luego se la quedaba para su propio alimento. Así hacemos con nuestra alma: la elevamos ante el Señor (afirmando «tuyo soy»), luego seguimos viviendo la vida terrenal desde esa postura. Otros actores bíblicos hacen lo mismo: 2 Cr. 20.12, Sal. 123.2.
De la misma manera, la petición del salmista muchas veces se reduce a un simple «mírame»: «mírame y ten misericordia» (25.16), «mira mi aflicción» (25.18), «mira mis enemigos» (25.19). Si Dios mira a los suyos, actuará para socorrerlos. Su compromiso eterno para con los suyos le obliga a ello. «Miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios» (Ex. 2.25). «Y al ver las multitudes, [Jesús] tuvo compasión de ellas» (Mt. 9.36).
El salmista alterna plegarias desesperadas con afirmaciones de confianza en el Señor. Por un lado clama «no sea yo avergonzado» (25.2), y acto seguido afirma que «ninguno de cuantos esperan en ti será confundido» (25.3). Pide «muéstrame tus caminos» (25.4), luego afirma que «él enseñará a los pecadores el camino» (25.8). Aplica las promesas del Señor a su propia realidad. Se consuela con la palabra de Dios.
Economía, energía, sutileza
El Salmo 25 es el primero de los salmos acrósticos, en que cada estrofa comienza con una letra distinta del alfabeto hebreo. Este artificio literario se emplea en otros salmos también (34, 37, 111, 112, 119, 145). El método alfabético sugiere el autor quiere abarcar todos los aspectos del tema en cuestión, en toda su plenitud. También plantea el valor del pensamiento creativo del hombre, como la respuesta indicada en cualquier coyuntura existencial. Se trata de amar al Señor con todo el corazón, toda el alma y toda la mente, en palabras de Jesucristo (Mt. 22.37).
La intensidad mágica de la poesía nace de tres factores semánticos: economía (se usan menos palabras, a veces aludiendo con una sola palabra a todo un suceso histórico), energía (se repiten palabras y conceptos en frases paralelas), y sutileza (abunda el lenguaje figurado). En este salmo el autor recurre a la metonimia como principal figura de dicción. Habla de levantar el alma, de mirar al Señor, de esperar todo el día, de que el Señor recuerde esto y olvide aquello. Pide que el Señor le enseñe el camino, que le mire, que guarde su corazón, que saque sus pies de la red. En cada caso, es necesario determinar el concepto exacto que David pretende comunicar.
Junto con las metonimias el salmista emplea un lenguaje directo, llano: que los que esperan en Dios no serán avergonzados, que el Señor es bueno y recto, que merece la pena temer al Señor. La poesía gana fuerza con la repetición de ciertos conceptos, con la alternancia entre peticiones y afirmaciones.
La última estrofa demuestra que David interpreta su propia experiencia y su petición como algo paradigmático. Su vivencia ofrece un ejemplo a los demás. Lo que él sufre, lo sufre todo el pueblo de Dios. Lo que él suplica sirve de modelo para todo el pueblo de Dios: «Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias» (25.22).
Fase uno: exégesis
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¿Hay palabras claves, repeticiones, detalles que llaman la atención? ¿Dónde hay figuras de dicción?¿Cuál es el significado literal de las metonimias: levantar el alma (25.1), sacar los pies de la red (25.15), mirar (25.15, 16, 18, 19)?
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¿Qué importancia tienen las afirmaciones del amor eterno del Señor hacia los suyos (25.5, 6, 14)?
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¿A qué se refiere David cuando habla de guardar el pacto (25.10)? Compárese con Gn. 17.9, 18.9; Ex. 19.5; Lv. 26.3-4; Dt. 28.1, 30.10.
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¿En qué consiste la promesa de que Dios hará conocer su pacto (25.14)? Compárese con 2 S. 23.5.
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¿Cuál es el problema de quedarse avergonzado (25.2, 3, 20)? Compárese con 1 P. 2.6. ¿Qué tiene que ver esto con la petición de sacar los pies de la red (25.15)?
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¿Qué sentido tiene la petición de que el Señor recuerde u olvide ciertas cosas (25.6, 7)? ¿Qué pide el salmista exactamente?
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¿Cuál es la estructura del salmo? ¿Cuál es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.
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¿Cuál es el punto principal o idea central que el autor estaba tratando de comunicar a sus primeros lectores en este pasaje? ¿Qué es lo palpitante de este pasaje, el mensaje central? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …
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¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.
Fase uno: exégesis
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¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
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Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis para vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
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Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.