Serie de estudios basados en el evangelio de Juan – La predicación expositiva secuencial II

Ocho señales del evangelio de Juan – La fe que ve

Las imágenes más espectaculares de la NASA –de la luna[1], de la tierra[2], del espacio– están hechas de cientos de fotos que se combinan para una exposición completa. Son fotos cósmicas compuestas. ¿Qué pasaría si tuviéramos una foto compuesta del Señor Jesucristo? Sería una sucesión de cromos que, al juntarlos, darían motivos para creer plenamente, sin ninguna sombra de duda.

La Biblia afirma que andamos por fe, no por vista (2 Co. 5.7). Esto significa que la verdadera fe se basa en las palabras de Dios y no en milagros espectaculares. No necesitamos portentos diarios si tenemos la palabra de Dios. Una fe de milagros puede ser una prueba de candidez más que de confianza. Jesús insiste en que ha sido enviado para transmitir palabras, un mensaje inteligible que las personas necesitan oir: «Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla» (Jn. 3.34).

Al mismo tiempo, las señales que Jesús hace abren el oído para que la gente preste atención al mensaje verbal. Convencen de que se trata de un anuncio del cielo, no las divagaciones incoherentes de un iluminado. Es como observa Nicodemo: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro (es decir, lo que importa son las palabras), porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él (es decir, las señales convencen de la urgencia de escuchar la palabra)» (Jn. 3.2).

El evangelio de Juan indica que Jesús hizo muchas señales (Jn. 2.23, 6.2, 7.31, 11.47, 12.37). La palabra «señal» (semeion) se refiere a un milagro con mensaje. Es mucho más que un mero prodigio, más que algo sobrenatural que sorprende porque desobedece las leyes naturales normales. Es una maravilla que a la vez enseña algún concepto espiritual. Así son las sanidades que hace Jesús: anuncian visiblemente las condiciones del reino de Dios, cuando la plenitud de vida humana habrá quedado totalmente restaurada. Los profetas lo anuncian y Jesús, al sanar a unos y otros, apunta que aquel día se acerca: «Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo» (Is. 35.5-6).

Si Jesús hace muchas señales, el evangelista Juan se centra en ocho de ellas para dibujar una imagen completa del Hijo de Dios. Cada señal aporta información sobre una faceta nueva de Cristo, para que la fe del creyente cristalice. El cuadro completo conduce a una fe madura, para que el creyente disfrute al máximo de una experiencia de vida eterna.

Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre (Jn. 20.30-31).

Un tema relacionado con las señales es la vista. Cuando los primeros discípulos piden información a Jesús, su respuesta es «Venid y ved» (Jn. 1.39). De la misma manera, cuando Natanael plantea dudas sobre la identidad de Jesús, Felipe le dice «ven y ve» (Jn. 1.46). Ver a Jesús significa acercarse, escucharle, elaborar una noción completa de su persona y su obra. Es verle como Hijo de Dios e Hijo del Hombre. El título «Hijo de Dios» viene del Salmo 2.6-7 y se refiere al hombre designado por Dios para reinar en su nombre sobre toda la tierra. El nombre «Hijo del Hombre» se remonta a Daniel 7.13-14 y también describe al hombre escogido para reinar sobre la tierra. El calificativo «Cristo» (Ungido) indica que el rey elegido estaría señalado y capacitado por Dios para realizar su tarea.

Jesús recrimina a los asistentes en la sinagoga de Capernaum el haberle buscado «no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan» (Jn. 6.26). Ellos, en vez de indagar en el significado del milagro, solo querían una pensión vitalicia. La idea es que la contemplación de las señales debería haber provocado una búsqueda espiritual, porque las señales enseñan algo nuevo acerca de Jesús. Es lo que buscan los griegos cuando se acercan a los discípulos: «quisiéramos ver a Jesús» (Jn. 12.21).

Ver a Jesús significa comprender quién es Jesús. Comprender quién es Jesús despierta deseos de acercarse más a Jesús. Las señales están para convencer que Jesús es el rey que Dios ha prometido, que algún día triunfará sobre todos los males. Cuanto mayor la comprensión, mayor el deseo. El deseo aumenta el entendimiento. Al crecer el entendimiento, crece la fe y crece la riqueza de la vida eterna, que primero se vive en el corazón y luego se manifestará en el mundo entero.

Un ilusionista de feria dice «visto y no visto», y con un gesto de la mano hace desaparecer una carta, una moneda, una bola. El público –crédulo y entusiasta– se deja llevar por la palabrería y la simpatía del mago. Se fija en la chistera vacía y se sorprende cuando el showman saca un conejo o una paloma. Para algunos tener fe es como creer en un ilusionista con poderes sobrenaturales. Pero los que han visto a Jesús a través de las señales que plantea el evangelio de Juan, saben que no se trata de un juego de manos. La imagen compuesta, basada en hechos avalados por testigos, tiene una fuerza arrolladora. Despierta y refuerza la fe. El creyente nutrido por la visión completa de Jesucristo está preparado para vencer en medio de un mundo roto.

La predicación de las ocho señales del evangelio de Juan podría formar una serie de exposiciones para la iglesia local. Sería una manera de aplicar la predicación secuencial para el bien de la congregación, retratando la persona y la obra de Jesucristo para la edificación de los hermanos. Esteban Rodemann


[1] Fotos de la luna: https://rpp.pe/ciencia/espacio/nasa-la-luna-como-nunca-antes-vista-esta-foto-esta-compuesta-por-otras-100-mil-imagenes-noticia-1238587

[2] Fotos de la tierra: https://www.businessinsider.es/27-iconicas-fotos-tierra-tomadas-espacio-que-te-dejaran-fascinado-309227

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