La poesía del Antiguo Testamento – Un reto para la predicación expositiva Salmo 110

La multiforme gracia de Dios

El Salmo 110 es el texto del Antiguo Testamento que más veces se cita en el Nuevo (unas 30 veces, entre citas directas y alusiones) . La insistencia con que el Señor Jesucristo y los apóstoles vuelven a esta porción de las Escrituras resalta la importancia que tiene para la experiencia cristiana. El Salmo 110 es un cofre que aporta tesoros al que consigue aclarar sus misterios. Como dice Jesús, «el que busca halla», y el creyente que escudriña en este salmo aprende a echar mano de Cristo como sustento diario, poderoso y eficaz.


El salmo representa la meditación de David sobre el relato de Génesis donde Abraham ofrece su hijo Isaac en sacrificio a Dios. David se da cuenta de que el juramento divino de ese momento comporta grandes promesas para todo el pueblo de Dios. El juramento apunta finalmente a Cristo como sacerdote-rey, suministrando gracia a los suyos hasta llevar a buen término la obra de redención. Es una respuesta a la fatiga espiritual del creyente, un bálsamo para el dolor existencial, una luz en medio de las tinieblas que a veces envuelven el alma del hijo o la hija de Dios.


Es un salmo breve pero extraordinario. El Señor Jesucristo afirma que es del rey David (Mt. 22.43), el «dulce cantor de Israel» que anhelaba la llegada de Cristo, cual lluvia y sol dando vida a la tierra (2 S. 23.1-7). Si en otros salmos David interpreta sus propias vivencias en clave mesiánica, viéndolas como anticipo de lo que sería la experiencia de Cristo, en este salmo se dirige directamente a Mesías. Siendo poesía, las palabras vienen cargadas de un significado que hace falta descifrar. Hay alusiones que a primera vista parecen oscuras. Hay frases enigmáticas. Bien decía Agustín de Hipona que este es un salmo «parco en palabras pero grandioso en el pensamiento».


El Salmo 110 informa el argumento de la epístola de Hebreos, una carta dirigida a cristianos con una vivencia espiritual superficial, cansados de las luchas de la fe. Son creyentes que llevan tiempo, pero tienen «las manos caídas y las rodillas paralizadas». Las dificultades de la vida han apagado el entusiasmo inicial con que abrazaron el evangelio. Necesitan el mensaje de un Jesucristo que ayuda activamente desde el cielo, para que vuelvan repetidamente a él sin tirar la toalla. Necesitan saber que Cristo puede renovar su experiencia de la misericordia de Dios e impartir fuerzas suficientes para los combates de cada día. Necesitan motivos para no desapuntarse de la fe. Necesitan el mensaje del Salmo 110.

El Salmo 110 y Hebreos

El autor de la epístola de Hebreos dedica gran parte de su argumento al ministerio de Jesucristo como sumo sacerdote. Después de afirmar que Cristo ha sido perfeccionado por el padecimiento, llegando a ser autor de eterna salvación para todos los suyos (He. 5.8-9), el autor plantea una semejanza entre Jesucristo y el sacerdote-rey del antiguo pueblo de Salem (He. 5.6, 10). Como aquel Melquisedec, Jesús ahora ostenta un sacerdocio permanente, desde el trono celestial que comparte con el Padre.
El autor de Hebreos lamenta que este aspecto de la obra de Cristo se entienda tan poco (He. 5.11ss) y se dedica a explicarlo. El punto de partida es el juramento que el Señor hace a Abraham después del sacrificio de Isaac (He. 6.13-14 con Gn. 22.16-18). Este juramento reporta sustento (un «fortísimo consuelo», He. 6.18) al creyente porque lo vincula con un Señor resucitado que ministra activamente a favor de los suyos en la presencia de Dios («dentro del velo»). El consuelo referido se fundamenta en la certeza de que Dios cumplirá lo que un día prometió a Abraham y confirmó con el juramento. El juramento al patriarca da seguridad al creyente de hoy, sirviendo de «ancla del alma» en medio de todas las vicisitudes de la vida terrenal.


El autor afirma que el Señor Jesucristo ejerce un ministerio constante y eficaz en el cielo a favor de los creyentes porque fue «hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec» (He. 6.19-20). La referencia al sacerdocio de Melquisedec se basa en dos pasajes del Antiguo Testamento: el relato sobre Melquisedec en Génesis 14.17-24 y la declaración de Salmo 110, de que Cristo sería un sacerdote parecido a aquel sacerdote-rey que ministró a Abraham:

Juró Jehová, y no se arrepentirá:
Tú eres sacerdote para siempre
Según el orden de Melquisedec (Sal. 110.4).

David no se refiere en este salmo a un juramento nuevo, como algo pronunciado por el Señor en un vacío y luego transmitido al poeta por revelación especial. Se refiere específicamente al juramento hecho a Abraham en Génesis 22. El salmo recoge la meditación espiritual de David sobre distintos aspectos del suceso que ocurre en el monte de Moriah y arroja luz sobre cada detalle del drama del sacrificio de Isaac (Mt. 22.43).
Las palabras del juramento vienen después de que Abraham se dispone a sacrificar a su propio hijo amado. El ángel le detiene la mano diciendo «ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único» (Gn. 22.12). Algo ha madurado en Abraham desde su justificación por la fe (Gn. 15.6). Varios años han pasado en el intervalo entre Génesis 15 y Génesis 22. Su fe se ha perfeccionado y ha llegado a la plenitud (Stg. 2.21-23). La manifestación de ello es que Abraham ahora está dispuesto a perder lo que más ama, por un amor superior a Cristo. Jesús luego diría que este «aborrecer la propia vida» es la marca del discípulo verdadero (Lc. 14.26). Es la actitud del apóstol Pablo en su madurez: «Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Fil 3.8).


Cuando el Señor le detiene la mano, Abraham se fija en un carnero con los cuernos trabados en un zarzal. Al comprobar que el Señor no quiere la muerte de Isaac, Abraham ofrece el carnero en vez de su hijo. El animal muere para que no muera Isaac, que lleva toda la descendencia futura de Abraham en sus lomos. De esta manera el carnero sirve de sustituto por todo el futuro pueblo de Dios. Con la provisión del carnero, Abraham exclama que, habiendo provisto el sustituto adecuado, Dios seguramente proveerá todo lo demás para todo su pueblo. «En el monte de Jehová será provisto» (Gn. 22.14). O como luego diría el apóstol Pablo: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?» (Ro. 8.32).
Luego el Señor le habla por segunda vez, diciendo que ahora se compromete con Abraham (y con su descendencia) de una manera especialmente solemne: «he jurado por mí mismo» (Gn. 22.16). Hay una triple confirmación de lo que Dios ha pensado llevar a cabo en el futuro: la promesa de darle la tierra de Canaán y bendecir a todo el mundo a través de su Descendiente (Gn. 12.1-3), el pacto que ratifica la promesa (Gn. 15.18), y ahora el juramento (Gn. 22.16-17). La palabra del Señor no puede fallar:

De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar;
y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos (Gn. 22.17).

El juramento de Dios a Abraham conlleva dos elementos claves: 1) se multiplicará el número de los redimidos, y 2) todos ellos llegarán a superar todos los estragos del mal (bajo la figura de la toma de las puertas de ciudades otrora inexpugnables). Para que se cumplan estas dos bendiciones (multiplicación numérica y superación espiritual), haría falta un suministro constante de la gracia divina, tanto para completar el número de los redimidos como para perfeccionar la obra de gracia en cada uno de ellos. David entiende que esto requeriría un sacerdocio permanente, para que se cumplieran las implicaciones del juramento. Tendría que haber un sacerdote que siempre estuviera en funciones, alguien como Melquisedec (cuya muerte no figura en el relato de Génesis y por tanto sigue presente como sacerdote, en el sentido literario.)


David comprende que se trata del Redentor prometido desde Génesis 3.15. También entiende que además de sacerdote, el Redentor tendría que ostentar una autoridad regia, como aquel descendiente que el Señor le había prometido a él, que reinaría para siempre sobre su trono. La promesa a David, como la promesa hecha a Abraham, se ha confirmado con juramento (2 S. 7.12, Sal. 89.35). El Redentor sería sacerdote para ministrar gracia al pueblo y sería rey para someter a los rebeldes: sujetando la voluntad de los que oyeran el evangelio y creyeran (añadiendo almas al número de los redimidos), erradicando los vestigios del mal en la vida de los creyentes (perfeccionando la buena obra en cada uno de ellos), y sojuzgando forzosamente a los enemigos restantes en todo el mundo.
El Redentor tendría que ser sacerdote y rey al mismo tiempo. David, meditando en todo esto, se da cuenta de que Melquisedec –el antiguo sacerdote-rey de Salem– es el ejemplo perfecto. Melquisedec sería el prototipo del Redentor.


Aunque el salmo habla claramente del triunfo del sacerdote-rey sobre todos sus enemigos, el trasfondo del juramento a Abraham recuerda que el desarrollo del plan de Dios tomaría su tiempo (para que se conviertieran todos los que se tenían que convertir y para que se santificaran plenamente todos los convertidos). Esto sugiere una secuencia temporal detrás del pensamiento del salmo.


La imposición de la autoridad del sacerdote-rey sobre sus enemigos avanza por etapas. El primer versículo del Salmo 110 contempla la ascensión de Cristo al cielo. David reflexiona sobre el lugar de honor que Dios dará al Redentor por haber entregado su vida. El versículo 2 destaca la predicación del evangelio, que sujeta algunos corazones a la fe (aunque no todos, porque sigue habiendo enemigos: «Domina en medio de tus enemigos»). El versículo 3 apunta a la venida de Cristo a la tierra en gloria, rodeado de su pueblo glorificado. El versículo 4 aclara el medio necesario y eficaz para llegar a tan grandioso escenario, que será el sacerdocio permanente de Cristo, al estilo de Melquisedec. Los versículos 5 y 6 hablan de la victoria de Cristo sobre todos los enemigos cuando venga en gloria. El versículo 7 aclara la dinámica espiritual que capacita al sacerdote-rey para terminar toda la obra de principio al fin.

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras claves, repeticiones, detalles que llaman la atención? ¿Dónde hay figuras de dicción?¿Cuál es el significado literal de las metonimias y metáforas: sentarse a la derecha (110.1), poner los enemigos por estrado de los pies (110.1), enviar la vara de su poder (110.2), tener el rocío de la juventud (110.3), quebrantar las cabezas en muchas tierras (110.6)?
  2. Las frases «a la diestra» en v. 1 y «a la diestra» en v. 5 se emplean con dos énfasis distintos. ¿Cuál es el punto de comparación en cada caso?
  3. Jehová envía una «vara» desde Sion (v. 2). Sion es el nombre de la fortaleza de David (2 S. 5.7), la antigua ciudadela de los jebuseos. La palabra significa «sequedad», porque dentro de la fortaleza no había ningún suministro de agua. La única fuente era el manantial de Gihón, más abajo al pie del monte. Sion es también el lugar del monte Moriah, donde Abraham sacrificó el carnero en lugar de su hijo. Por aquel sacrificio, y por todo lo que significa, Sion llega a ser el lugar donde Dios se manifiesta. Sería el lugar del templo (2 Cr. 3.1), donde el holocausto diario recordaba todos los días el sacrificio del carnero y lo que más adelante sería el sacrificio perfecto de Cristo.
    La vara de Jehová procede de Sion, el lugar donde Abraham ha ofrecido el sacrificio. La metáfora de la vara significa una imposición de la autoridad (como golpearle a uno con un garrote). El bastón de mando de los alcaldes y el cetro de los reyes recogen la misma idea: el que tiene la autoridad también tiene el derecho de imponerla por la fuerza (a base de golpes o, en nuestros días, con multas o penas de cárcel).
    Jehová impone su autoridad (envía su vara) desde Sion. La idea es que se proclama un mensaje acerca de lo que ha ocurrido en Sion (el lugar del sacrificio), y ese mensaje tendrá como efecto la imposición de la autoridad del Señor en algunos corazones. La imagen de la palabra con autoridad (como una vara que sale de Sion) ocurre varias veces en el Antiguo Testamento. Los profetas dicen que Jehová rugirá desde Sion (Jl. 3.16, Am. 1.2), que la ley del Señor saldrá de Sion (Is. 2.3), y que el Señor herirá la tierra con la vara de su boca (Is. 11.4). La aplicación de la vara (imposición de autoridad) ocurre mediante la proclamación del mensaje. Otros pasajes unen la proclamación de Cristo con un ejercicio del poder divino (Is. 53.1, Ef. 1.19), porque el evangelio es poder de Dios (Ro. 1.16, 1 Co. 1.24). Dios somete el corazón con el anuncio de la gravedad del pecado y la suficiencia del sacrificio de Cristo como sustituto. El que cree se somete a Jesucristo como Señor, para que sea también su Salvador (Hch. 16.31).
    Se proclama la noticia acerca de la provisión de un sustituto que libera de la muerte. Es una buena noticia para todo aquel que cree, uniéndose así por la fe a la descendencia de Abraham. La noticia procede del lugar de los hechos: Moriah, luego llamado Sion. Alguien la predica; los que son libertados del pecado comparten el mensaje con otros. El mensaje cautiva la imaginación de algunos, que obedecen de corazón a lo que significa (Ro. 6.17): que la paga del pecado es la muerte, pero Dios ha provisto un sustituto adecuado.
    Sin embargo, no todos responden al evangelio. Algunos siguen como rebeldes, y por ello Mesías reina en medio de sus enemigos. Algunos se someten al evangelio pero otros siguen en contra.
  4. ¿En qué sentido podría la escena del v. 3 ser el resultado del ministerio sacerdotal de Jesucristo (v. 4)?
    El resultado de la mediación sacerdotal de Cristo sería toda una multitud de personas redimidas, que al final de la historia tendrían su voluntad plenamente alineada con los deseos de Dios: «tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente». El verbo nadab se usa a veces para referirse a la entrega voluntaria para el servicio militar (Jue. 5.2,9). La idea es que todo el pueblo redimido se alista libremente a las filas de Mesías para participar en la conquista espiritual de la tierra. Esta entrega se hará visible en el día del retorno de Cristo a la tierra para reinar: «en el día de tu poder».
    En aquel día cuando Cristo venga, se manifestará la completa santificación de todos y de cada uno: «en la hermosura de la santidad». El proceso de cambio empieza con la justificación, cuando los corazones de los que creen son sometidos por el evangelio («la vara de su poder», v. 2), y sigue hasta completarse enteramente, como fruto de la mediación sacerdotal de Cristo. La frase «desde el seno de la aurora» alude a la venida personal de Mesías, que anunciará el amanecer de un nuevo día (2 P. 1.19). Los profetas dicen que Cristo vendrá del oriente, como el sol saliente, para entrar en su templo (Ez. 43.1-5).
    La multitud de los redimidos, además de sintonizar plenamente con la voluntad de Dios, serán rejuvenecidos (Sal. 103.5). En la resurrección todos serán jóvenes y fuertes, y ellos –cual rocío refrescante sobre el campo– supondrán la renovación de todo el mundo (Mi. 5.7, Ro. 8.21). Serán el pueblo de Mesías, por ello dice David «tú los tienes». Serán una multitud incontable (como las gotas del rocío) y gloriosa (como la belleza del sol sobre el campo mojado).
  5. La palabra «Señor» en v. 5 parece ser una referencia a Mesías cuando venga en gloria para juzgar. Si su victoria sobre todos los males va a ser tan contundente como se pinta en los vss. 5-6, ¿qué consuelo aporta al creyente el hecho de saber que Cristo está a su diestra (v. 5)?
  6. El v. 7 parece referirse al manantial de Gihón, donde Abraham probablemente dejó a los criados antes de subir a lo alto del monte de Moriah con Isaac (Gn. 22.5). Si iban a tardar varias horas en subir y bajar, Abraham querría dejarlos en un lugar con sombra y agua. Este manantial era la única fuente de agua en todo el monte, y lo más probable es que Abraham e Isaac también bebieran para reponer fuerzas antes de subir al monte. Al meditar en esto, David encuentra una semejanza con lo que haría Mesías, reponiendo fuerzas a través de las promesas de salvación para seguir hasta el lugar del sacrificio de la cruz (como Isaac). Compárese con Sal. 46.4; Is. 12.3, 55.1; Jer. 2.13, 17.13; Jn. 4.14, 7.37-39. ¿Hay alguna lección para el creyente de hoy?
    El salmo enseña que Mesías se apropiaría las promesas de la salvación (como Abraham e Isaac beben del arroyo de Gihón) para recibir fuerzas y ánimo en el camino hacia el lugar del sacrificio. Jesucristo alimenta su alma a través de la oración, confiando que el Padre le dará gracia para terminar la obra. Es lo que el Padre había prometido y el Espíritu le da fuerzas para seguir adelante hasta la cruz («mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios», He. 9.14). Así Jesús recibe sustento del Padre durante su ministerio terrenal (bebe de la fuente «en el camino»). El autor de Hebreos afirma que Cristo «por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz» (He. 12.2). El gozo que lo sostuvo era la certeza –por el Espíritu– de que su sacrificio merecería la pena, que aseguraría la salvación de una gran multitud de redimidos. «Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho» (Is. 53.11).
    Como Cristo recibió sustento para llegar al lugar del sacrificio, así plantea su vida espiritual el cristiano. Si Cristo se apropió de recursos espirituales para seguir avanzando en el camino de la voluntad del Padre, así podemos hacer nosotros. Nuestro Sacerdote-rey nos suministra gracia. Dios fortalece al creyente para que siga adelante en el camino de Jesús: negándose a sí mismo, tomando la cruz y siguiendo a Jesús. Así se gana la guerra espiritual. Así se reúne la gran multitud de los redimidos, que algún día serán como rocío en todo el mundo. Así se abre paso a los cielos nuevos y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia. «Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Ro. 8.21).
  7. ¿Cuál es la estructura del salmo? ¿Cómo es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.
  8. ¿Cuál es el empuje aplicativo de este salmo? ¿Qué pretendería David al escribirlo? ¿Qué querría que ocurriera en los lectores del salmo?
  9. ¿Cuál es el punto principal o idea central del pasaje? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …
  10. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase dos: exposición

  1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis, para que vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
  3. Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.

–Esteban Rodemann

[1] Citas directas: Mt. 22.42-45(Mr. 12.35-37, Lc. 20.41-44); Hch. 2.34-36; He. 1.13, 5.6, 5.10, 6.20, 7.17,7.21Alusiones: Mt. 26.64 (Mr. 14.62, Lc. 22.69); Mr.16.19;  Hch. 7.55-56; Ro. 8.34; 1 Co.15.25; Ef. 1.20-22;Fil. 2.9-11; Col. 3.1; He. 1.3, 7.1-3, 7.11, 7.28, 8.1, 10.12-13, 12.2; 1 P.3.22; Ap.3.21.

[2] El ancla aparece repetidamente en las catacumbas de Roma, como uno de los signos más apreciados entre los creyentes primitivos.

La poesía del Antiguo Testamento – Un reto para la predicación expositiva

Salmo 32

 La alegría del perdón

Este salmo responde al adulterio de David con Betsabé, con el posterior asesinato del marido de ésta, Urías el heteo. Este tropiezo de David se señala como el fallo más llamativo de su vida (1 R. 15.5). Tanto el Salmo 32 como Salmo 51 aluden a un tiempo de silencio y encubrimiento (Sal. 32.3-4), seguido de otro de confesión y restauración (Sal. 32.5). La confesión de pecado abre la puerta a la recuperación de alegría espiritual y un renovado impulso para transmitir el mensaje del perdón a otros pecadores.

El apóstol Pablo cita Sal. 32.1-2 en su exposición sobre la justificación por la fe sin obras (Ro. 4.6-8). La certeza del perdón sólo es posible por la fe; si el creyente depende de sus méritos ante Dios, nunca sabrá si ha cumplido lo suficiente. Más bien acusará una sensación de fracaso constante. En cambio, el perdón abre la puerta a una conexión real con Dios, con todas las bendiciones que se desprenden de esa relación.

Cuando David habla de la bendición de tener cubierto su pecado, alude a la sangre rociada sobre el propiciatorio en el día de expiación: la sangre del macho cabrío derramada sobre la tapa del arca de la alianza «cubría» la ley quebrantada por todo el pueblo (las dos tablas de piedra que se guardaban dentro del arca) de los ojos de Dios. La sangre se interponía entre el pecador y Dios, para que éste no tuviera que juzgar al que había cometido la ofensa. Como la sangre derramada siempre apuntaba a la muerte del Redentor en sustitución del pecador, la fe a que se refiere David es en su esencia una fe en Cristo.

David llama su composición «masquil». Se trata de un salmo didáctico, no una mera catarsis personal. David considera que su experiencia sirve de paradigma para todos los creyentes en todos los lugares, de modo que el salmo ofrece material para una exposición pública en la iglesia. El mensaje es que encubrir el pecado siempre produce sufrimiento espiritual (tristeza, depresión, frustración, debilidad, lejanía del Señor), pero reconocer el pecado y confesarlo llanamente siempre resulta en restauración y gozo. Es una verdad que recoge tanto el Antiguo Testamento (Pr. 28.13) como el Nuevo (1 Jn. 1.9).

El salmo plantea un principio general sobre la felicidad de saberse perdonado (vss. 1-2). Luego relata la experiencia concreta de David (vss. 3-5). Seguidamente anuncia que la vivencia de David es extrapolable para todos (vss. 6-9). Remata con la conclusión de que habrá misericordia y gozo para todos los que reconocen sus errores ante Dios (los rectos de corazón, vss. 10-11).

Economía, energía, sutileza

El salmo abunda en metonimias: «se envejecieron mis huesos» significa «fui debilitado en todo» (v. 3). «Se agravó sobre mí tu mano» significa «presionaste espiritualmente en mi conciencia». «Se volvió mi verdor en sequedades de verano» significa «perdí toda mi vitalidad».

El tiempo en que el Señor puede ser hallado se refiere a los momentos en que Dios despierta la conciencia del pecador, y el pecador responde esforzándose en oración (Dt. 4.29, Is. 55.6, Jer. 29.12-14).

El resultado de recibir el perdón de Dios es que lo quieres contar a otros y animar a otros a seguir el camino de transparencia y sinceridad ante Dios. La frase «te haré entender, te enseñaré» (v. 8) corresponde a la resolución de David en Sal. 51.13. Él, el pecador perdonado, anima al lector u oyente del salmo a reconocer y confesar el pecado como él ha hecho. Al mismo tiempo, al hablar David por inspiración del Espíritu de Dios (2 S. 23.2), sus palabras son una promesa del Señor. Dios promete enseñar al creyente arrepentido el camino en que debe andar. Es una promesa de dirección divina para todos los que tienen un corazón dócil ante el Señor.

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras claves, repeticiones, detalles que llaman la atención? ¿Dónde hay figuras de dicción?¿Cuál es el significado literal de las metonimias: cubierto el pecado (32.1), envejecer los huesos (32.3), volver el verdor en sequedad de verano (32.4), llegar las inundaciones de aguas (32.6), rodear con cánticos de liberación (32.7)?
  2. ¿A quién engañamos cuando tratamos de negar o encubrir el pecado (32.2)?
  3. Analiza 1 Juan 1.9. ¿Qué enseña este texto sobre la confesión del pecado?
  4. ¿Qué relación hay entre el hecho de saberse perdonado y el hecho de sentir el refugio de Dios en todas las circunstancias (32.7).
  5. ¿Qué importancia tiene la promesa (primero de David, luego del Señor) de fijar los ojos sobre el pecador (32.8)?
  6. ¿A qué se refiere David con las metáforas del caballo y el mulo (32.9)?
  7. ¿Cuál es el equivalente de ser sujetados con cabestro y con freno, para el creyente de hoy (32.9)?
  8. 8. ¿Cuál es la estructura del salmo? ¿Cómo es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.
  9. ¿Cuál es el punto principal o idea central que el autor estaba tratando de comunicar a sus primeros lectores en este pasaje? ¿Qué es lo palpitante de este pasaje, el mensaje central? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …
  10. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase dos: exposición

  1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis, para que vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
  3. Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.

 

Esteban Rodemann

Salmo 25


La guía del Señor en el día malo

Este salmo parece surgir de una situación ocurrida en la etapa madura de la vida de David. Se refiere a los pecados de su juventud como algo del pasado (25.7). Sus enemigos son muchos y crueles, se le oponen sin provocación («los que se rebelan sin causa», 25.3). La soledad le abruma (25.16). David podría haber compuesto el salmo durante la rebelión de Absalón, cuando tiene que huir de la capital y duda de la respuesta más conveniente a la crisis (2 S. 15-19). ¿Huir de Jerusalén o quedarse en Jerusalén? ¿Confiar en sus consejeros o desconfiar? ¿Llevar el arca consigo o dejarla en su lugar? Hay una angustia extrema, un desconcierto total, una conciencia de pecado mezclada con un anhelo de liberación de los enemigos. Sabe que el origen de la inquina de Absalón ha sido su adulterio con Betsabé. El profeta Natán ya le dijo que la espada no se apartaría de su casa (2 S. 12.10).

El valor del salmo consiste en plantear para el creyente cuál debe ser su actitud en medio de situaciones vitales complejas, sobre todo cuando reconoce que su propio pecado ha contribuido al problema. A veces hay relaciones rotas, abandonos y traiciones. Los amigos han dejado de serlo. Los miembros de la familia se han vuelto fríos, incluso hostiles. Hay enemigos con odio implacable. Circulan bulos que distorsionan el relato de los hechos. El creyente necesita dirección divina, tanto para comprender cuál es la voluntad de Dios en general como para saber qué pasos dar en esta situación concreta.

El creyente también necesita fuerzas para actuar cuando ha comprendido cuál es la voluntad de Dios: «Encamíname en tu verdad» (25.5). No se limita a acciones externas, sino todo depende de una disposición interna. Todo comienza en el corazón. Por eso David pide que el Señor guarde su alma, para que prevalezcan la integridad y la rectitud (25.20, 21).

Pueden ser casos tan alambicados que el creyente ni sabe cómo orar. Hay una maraña de factores, de protagonistas, de móviles cruzados entre unos y otros, de palabras que se han dicho y se han callado, de gestos que se han interpretado bien o mal, en fin un conjunto de circunstancias tan embrolladas que uno ni sabe pedir ayuda al Señor. Por eso el salmista empieza diciendo «te levanto mi alma» (25.1). Es una metonimia que alude a la ofrenda mecida que el sacerdote levantaba ante el Señor en señal de entrega (Lv. 7.30-36; 8.27, 29; 9.21), y luego se la quedaba para su propio alimento. Así hacemos con nuestra alma: la elevamos ante el Señor (afirmando «tuyo soy»), luego seguimos viviendo la vida terrenal desde esa postura. Otros actores bíblicos hacen lo mismo: 2 Cr. 20.12, Sal. 123.2.

De la misma manera, la petición del salmista muchas veces se reduce a un simple «mírame»: «mírame y ten misericordia» (25.16), «mira mi aflicción» (25.18), «mira mis enemigos» (25.19). Si Dios mira a los suyos, actuará para socorrerlos. Su compromiso eterno para con los suyos le obliga a ello. «Miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios» (Ex. 2.25). «Y al ver las multitudes, [Jesús] tuvo compasión de ellas» (Mt. 9.36).

El salmista alterna plegarias desesperadas con afirmaciones de confianza en el Señor. Por un lado clama «no sea yo avergonzado» (25.2), y acto seguido afirma que «ninguno de cuantos esperan en ti será confundido» (25.3). Pide «muéstrame tus caminos» (25.4), luego afirma que «él enseñará a los pecadores el camino» (25.8). Aplica las promesas del Señor a su propia realidad. Se consuela con la palabra de Dios.

Economía, energía, sutileza

El Salmo 25 es el primero de los salmos acrósticos, en que cada estrofa comienza con una letra distinta del alfabeto hebreo. Este artificio literario se emplea en otros salmos también (34, 37, 111, 112, 119, 145). El método alfabético sugiere el autor quiere abarcar todos los aspectos del tema en cuestión, en toda su plenitud. También plantea el valor del pensamiento creativo del hombre, como la respuesta indicada en cualquier coyuntura existencial. Se trata de amar al Señor con todo el corazón, toda el alma y toda la mente, en palabras de Jesucristo (Mt. 22.37).

La intensidad mágica de la poesía nace de tres factores semánticos: economía (se usan menos palabras, a veces aludiendo con una sola palabra a todo un suceso histórico), energía (se repiten palabras y conceptos en frases paralelas), y sutileza (abunda el lenguaje figurado). En este salmo el autor recurre a la metonimia como principal figura de dicción. Habla de levantar el alma, de mirar al Señor, de esperar todo el día, de que el Señor recuerde esto y olvide aquello. Pide que el Señor le enseñe el camino, que le mire, que guarde su corazón, que saque sus pies de la red. En cada caso, es necesario determinar el concepto exacto que David pretende comunicar.

Junto con las metonimias el salmista emplea un lenguaje directo, llano: que los que esperan en Dios no serán avergonzados, que el Señor es bueno y recto, que merece la pena temer al Señor. La poesía gana fuerza con la repetición de ciertos conceptos, con la alternancia entre peticiones y afirmaciones.

La última estrofa demuestra que David interpreta su propia experiencia y su petición como algo paradigmático. Su vivencia ofrece un ejemplo a los demás. Lo que él sufre, lo sufre todo el pueblo de Dios. Lo que él suplica sirve de modelo para todo el pueblo de Dios: «Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias» (25.22).

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras claves, repeticiones, detalles que llaman la atención? ¿Dónde hay figuras de dicción?¿Cuál es el significado literal de las metonimias: levantar el alma (25.1), sacar los pies de la red (25.15), mirar (25.15, 16, 18, 19)?

  2. ¿Qué importancia tienen las afirmaciones del amor eterno del Señor hacia los suyos (25.5, 6, 14)?

  3. ¿A qué se refiere David cuando habla de guardar el pacto (25.10)? Compárese con Gn. 17.9, 18.9; Ex. 19.5; Lv. 26.3-4; Dt. 28.1, 30.10.

  4. ¿En qué consiste la promesa de que Dios hará conocer su pacto (25.14)? Compárese con 2 S. 23.5.

  5. ¿Cuál es el problema de quedarse avergonzado (25.2, 3, 20)? Compárese con 1 P. 2.6. ¿Qué tiene que ver esto con la petición de sacar los pies de la red (25.15)?

  6. ¿Qué sentido tiene la petición de que el Señor recuerde u olvide ciertas cosas (25.6, 7)? ¿Qué pide el salmista exactamente?

  7. ¿Cuál es la estructura del salmo? ¿Cuál es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.

  8. ¿Cuál es el punto principal o idea central que el autor estaba tratando de comunicar a sus primeros lectores en este pasaje? ¿Qué es lo palpitante de este pasaje, el mensaje central? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …

  9. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase uno: exégesis

  1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.

  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis para vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.

  3. Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.

Salmo 8


La vocación del ser humano

El Salmo 8 se remonta a la creación del hombre como varón y hembra. Parte del trasfondo de Génesis 1.26-28. Es la primera vez en la serie de hechos creacionales que el Señor consulta consigo mismo –«Hagamos al hombre a nuestra imagen»– señalando algo especial en el ser humano como corona de toda la creación. Retoma la idea de que el hombre y la mujer fueron formados para señorear sobre el mundo, algo que implica la adquisición de conocimientos (ciencia), la aplicación de ellos a la vida diaria (tecnología), la ordenación del mundo material (armonía, belleza, arte) y el aprovechamiento de recursos en pro de todos los descendientes que con el tiempo llegarían. También habría que regular todas las relaciones sociales entre esos descendientes, en un clima de perfecta justicia y paz. El cometido de Adán y Eva era llenar la tierra con adoradores de Dios.

Después de la caída, sin embargo, este señorío toma otro cariz. El mundo –tanto material como animado– se levanta contra el hombre. Admite su gestión a duras penas. Pero eso el autor de Hebreos cita este salmo para resaltar el contraste entre el plan original de Dios y la condición actual de ser humano: «no vemos que todas las cosas le sean sujetas» (He. 2.5-10). Lo que sí vemos es al Señor Jesucristo, también hecho un poco menor que los ángeles, pero ahora coronado de gloria por su sacrificio en la cruz y la resurrección. La idea es que la obra de Cristo servirá para restaurar al ser humano su vocación original de señorear en toda la creación.

De modo que el señorío del ser humano encuentra su máxima expresión en este momento en los que se han unido por la fe a Jesucristo. Para ellos, la gestión del mundo incluye un componente de ministerio espiritual, anunciando el evangelio para que más personas se incorporen al pueblo de Dios y compartan el reinado de Cristo cuando él vuelva en gloria. Un concepto clave en el salmo es la gloria de Dios: «cuán glorioso es tu nombre», «has puesto tu gloria sobre los cielos», «lo coronaste de gloria». Las palabras usadas, tanto en hebreo como en griego, se refieren a la manifestación visible de atributos o perfecciones de otra manera invisibles. Algunos sinónimos podrían ser «majestad», «esplendor», «abundancia». Una de las palabras hebreas, kabod, significa «peso», como si se tratara del peso acumulado de todas las riquezas del personaje en cuestión, y por derivación su «peso» o influencia en la sociedad.

Por un lado, las Escrituras afirman repetidamente que toda la creación anuncia la grandeza, el poder, la sabiduría y la bondad de Dios (Sal. 19.1-6, Is. 6.3, Hch. 14.16-17, Ro. 1.20). El mundo material es un gran lienzo que lleva las huellas dactilares del Señor. Pero por otro lado, hay una mayor gloria que se aprecia en el ser humano, que lleva la imagen y semejanza de Dios. El salmista contrasta la grandeza de la creación con la pequeñez del ser humano, incluso con los más pequeños entre los hombres: los niños y bebés. Si Dios manifiesta sus cualidades invisibles a través del mundo material, esta manifestación resulta más contundente aún en el ser humano.

La paradoja de la debilidad

Jesús cita la frase «de la boca de los niños y los que maman fundaste la fortaleza» para acallar las críticas de los sacerdotes cuando los jóvenes proclaman sus alabanzas en la entrada triunfal a Jerusalén (Mt. 21.15-16). La metonimia alude a la profesión de fe de los más débiles de este mundo. El poder de Dios se ve en la firmeza del testimonio del pobre, del enfermo, del niño que confiesa a Cristo. Un ejemplo reciente sería el caso de la niña secuestrada por Boko Haram que sigue cautiva porque se niega a renunciar a su fe cristiana.

El Nuevo Testamento alude repetidamente a esta paradoja: que el poder de Dios brilla en la persona desaventajada que mantiene su confianza en Dios. El apóstol Pablo dice que tenemos este tesoro en vasos de barro «para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros» (2 Co. 4.7). Afirma el valor de su propio sufrimiento (su aguijón en la carne) porque el poder de Dios se perfecciona en la debilidad (2 Co. 12.9). Recuerda a los corintios que Dios escoge lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil para avergonzar a los fuertes (1 Co. 1.26-29). Santiago declara que Dios ha elegido a los pobres de este mundo para que sean herederos del reino de Dios (Stg. 2.5).

Esto responde a la exclamación de Jesús cuando alaba a Dios porque reveló el evangelio a los niños y no a los sabios y entendidos (Mt. 11.25). Por eso dice «Dejad a los niños venir a mí…porque de los tales es el reino de Dios» (Lc. 18.16). La viuda que echa su ofrenda en el templo llama la atención a Jesús (Lc. 21.1-4). Ella y la profetisa Ana (Lc. 1.36-38) son ejemplos de cómo brilla la vida de Dios entre los más débiles.

La frase del salmo no sólo destaca el poder del testimonio de los más pequeños. También resalta el hecho de que una fe robusta siempre se manifieste en palabras. Se exterioriza. Se expresa con un testimonio verbal: «Creí, por lo cual hablé» (2 Co. 4.13, citando Sal. 116.10). El testimonio verbal de la persona débil quita la razón al malo que es más fuerte: le deja sin argumentos, avergonzado en su orgullo.

La esperanza del cristiano

Jesús afirma repetidamente que el destino de los suyos es reinar con Cristo en un mundo renovado (Mt. 19.28-28, Lc. 12.32-34). Su intención, siendo el postrer Adán, es restaurar el señorío perdido por el primer Adán. La visión expuesta por David en el Salmo 8 la cumplirá al final el Señor Jesucristo, que recibe el reino juntamente con su pueblo (Dn. 7.14, 27). Por eso Dios jura a Abraham que sus descendientes espirituales tomarán posesión de las puertas de sus enemigos en todo el mundo (Gn. 22.17). Los apóstoles mantienen la misma enseñanza (Hch. 3.21, 1 Co. 6.2-3, 2 Ti. 2.12). Abraham y Moisés demuestran cómo esta certeza respecto al desenlace final influye en las decisiones cotidianas del cristiano (He. 11.9-10, 11.24-26).

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras clave, repeticiones, detalles que llaman la atención? ¿Dónde hay figuras de dicción (sobre todo en este salmo la metonimia)? ¿Cuál es el significado literal detrás del lenguaje figurado?

  2. ¿Qué importancia tiene el contraste entre la boca abierta de los niños y la boca cerrada de los enemigos (8.2)?

  3. ¿Qué sugiere el contraste entre los dedos de Dios, que han creado los cielos (8.3), y el brazo del Señor, que lleva a cabo la salvación (Is. 53.1)?

  4. ¿Qué significa la progresión de «para que tengas de él memoria» a «para que lo visites»? (8.4). ¿Hay alguna diferencia?

  5. ¿En qué sentido es mayor la gloria que Dios ha puesto sobre el ser humano (8.5) que la gloria que brilla en la creación (8.1)?

  6. ¿Cuál es la estructura del pasaje? ¿Cuál es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.

  7. ¿Cuál es el punto principal o idea central que el autor estaba tratando de comunicar a sus primeros lectores en este pasaje? ¿Qué es lo palpitante de este pasaje, el mensaje central? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …

  8. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase dos: exposición

  1. ¿Hay¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.

  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis para vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.

  3. Debatid posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.

La poesía del Antiguo Testamento


Aproximación a la poesía hebrea

La poesía es la manifestación de belleza por medio de la palabra. Es un artificio literario para hacer el máximo impacto emocional. En palabras del poeta romántico alemán Novalis, «Cuando un poeta canta, estamos en sus manos; él sabe despertar en nosotros aquellas fuerzas secretas; sus palabras nos descubren un mundo maravilloso que antes no conocíamos».

La intención del poeta es impactar el corazón por medio de tres recursos que distinguen la poesía de la prosa ordinaria: economía, energía y sutileza. Se emplean menos palabras, lo cual a veces aporta misterio. El lector tiene que meditar bien para captar el sentido pensado por el autor. La frases conllevan energía mediante figuras de dicción. En vez de decir «Señor, ayúdame contra mis enemigos», el poeta exclama, «Señor, ¡rompe los dientes de las fieras!». Además de economía y energía, también hay sutileza: se trata de imágenes pintadas con palabras. Son afirmaciones veladas que requieren un esfuerzo de parte del lector, para asomarse al mundo del poeta y abrazar su mensaje. Como diría García Lorca: «La poesía no quiere adeptos, quiere amantes».

Destacan dos características principales de la poesía hebrea: las figuras de dicción y el paralelismo. Algunas de las figuras más importantes son el símil, la metáfora, la metonimia, la sinécdoque y la hipérbole. El símil es hacer una comparación empleando la palabra «como»: el justo es como un árbol, el impío es como el tamo que arrebata el viento. La metáfora es también una comparación, pero sin la palabra «como»: yo soy la vid, yo soy la puerta, yo soy el camino, yo soy el buen pastor. Tanto el símil como la metáfora invitan a dar un paso siguiente e identificar exactamente en qué consiste la comparación.

La metonimia es la yuxtaposición de dos pensamientos que tienen cierta relación entre sí. Dice una cosa, pero realmente significa otra cosa relacionada. El Salmo 1 dice «bienaventurado el hombre que no anduvo en consejo de malos». Por metonimia, el lector comprende que «andar» significa «conducir la vida», y «consejo de malos» significa «los valores de esta sociedad». De modo que la frase entera quiere decir, «Feliz el hombre que no conduce su vida según los valores de este mundo». Hace falta destilar la esencia detrás de los pensamientos relacionados. ¿Cuál es el significado?

La sinécdoque es poner una parte por el todo, o el todo por una parte. «Nos tocó pagar la cena a 10€ por barba». Evidentemente la barba no paga nada. La palabra significa «persona». Por sinécdoque, se trata de una parte por el todo. Cuando el Salmo 1 dice «bienaventurado el varón», quiere decir «bienaventurada la persona», sea hombre o mujer. Cuando dice «la ley de Jehová», se refiere a toda la Palabra de Dios, no sólo el Decálogo.

Por último, la hipérbole es una exageración intencionada para dar énfasis a una afirmación. «Si tu ojo te ofende, sácalo y échalo de ti», dice Jesús. «Más vale que se le cuelgue una piedra de molino al cuello y se le eche al mar». La hipérbole sirve para sacudir la jaula mental del auditorio, para que los oyentes presten atención. El Salmo 1 dice, «Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio». La idea es que no tendrán nada que decir: no prestarán declaración, se quedarán sin defensa alguna. La exageración –de que no se levantarán de su silla o del suelo– enfatiza que en aquel día no se admitirá excusa alguna.

La poesía hebrea no se define tanto por su rima ni por la métrica, sino por el paralelismo. El poeta apila frases, unas sobre otras, a veces para decir lo mismo, a veces para decir lo contrario, a veces para desarrollar un pensamiento. El significado se aclara tomando nota de cómo las frases se relacionan entre sí. En el Salmo 1 se aprecian tres tipos de paralelismo:

Paralelismo sinónimo, en que la segunda frase dice lo mismo que la primera, pero con otras palabras: «No se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos».

Paralelismo antitético, en que la segunda frase dice lo opuesto de la primera: «Jehová conoce el camino de los justos, mas la senda de los malos perecerá».

Paralelismo sintético, en que las frases van ampliando un concepto: «Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado».

Valor de los salmos

Una de las porciones más poéticas de la Biblia, y más provechosas para orientar el corazón del creyente, es el libro de Salmos. Muchos de los salmos son cánticos compuestos por David, el joven pastor de ovejas que llegó a ser rey de Israel. David destaca porque tiene un corazón sintonizado con Dios, quien lo describe como «varón conforme a mi corazón» (1 S. 13.14). Los anhelos de David, sus miedos, sus angustias, su consuelo, su esperanza, su dolor, todo encaja con el sentimiento divino que luego quedaría plasmado en la persona del Señor Jesucristo.

David despunta por su habilidad componiendo coplas poéticas que responden a toda la gama de sentimientos humanos, desde la más abyecta desolación hasta el más delirante regocijo. David derrama lágrimas sin consuelo y en otras ocasiones prorrumpe en gritos de alabanza. Su exposición literaria da forma al culto oficial, al incorporarse sus salmos en el himnario de Israel. Los que acuden al tabernáculo, y luego el templo, canalizan sus plegarias y su adoración a través de los textos del «dulce cantor de Israel» (2 S. 23.1). Todos se dan cuenta de que las meditaciones de David podrían ser asimiladas por los demás: leyendo, aprendiendo, meditando, cantando, recitando a otros. Las palabras de David –dadas por el Espíritu de Dios– una vez guardadas dentro, acaban domando el corazón del creyente. «Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien» (Sal. 116.7).

Con los salmos, el creyente aprende lo que debe sentir y cómo expresar sus inquietudes más profundas al Señor. Lejos de reprimir los sentimientos indignos o negar que existan, el creyente aprende a llorar con Dios, a enfadarse delante de Dios, a exponer todas sus miserias a Dios, a dejar sus cargas con Dios, con el fin de que Dios tome control de su alma y la reconduzca a un lugar de plena confianza, para que repose en el Señor. El creyente descubre cómo vivir con Dios en un mundo averiado. Los salmos le sirven para adiestrar su espíritu: confrontando la tristeza y la confusión sin tapujos, y sobreponiéndose a desgracias mil para seguir esperando en un Dios que no deja de ser un Buen Pastor: «Jehová es mi pastor, nada me faltará» (Sal. 23.1).

Los salmos dan contenido a un diálogo que el creyente mantiene consigo mismo. Por un lado, el Señor quiere que los creyentes se ayuden mutuamente, sobrellevando las cargas los unos de los otros («Jehová está conmigo entre los que me ayudan», Sal. 118.7) pero por otro, cada uno tiene que servir de terapeuta para su propia vida interior. «Cada uno llevará su propia carga» (Gá. 6.5). Es una especie de psicoanálisis personalizado, con Dios como médico divino. Uno se mira al espejo y razona con su propio corazón. El diálogo podría expresarse de distintas maneras:

  • Preguntando: «¿Por qué te abates, oh alma mía?» (Sal. 42.5).
  • Exhortando: «Alma mía, en Dios solamente reposa» (Sal. 62.5).
  • Recordando: «Oh alma mía, dijiste a Jehová: “Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti”» (Sal. 16.2).
  • Animando: «¡Despierta, alma mía!» (Sal. 57.8).
  • Imponiéndose: «He acallado mi alma» (Sal. 131.2).
  • Pidiendo a Dios: «Sana mi alma, porque contra ti he pecado» (Sal. 41.4).
  • Avivando: «Bendice, alma mía, a Jehová» (Sal. 103.1).

En todo este esfuerzo por adiestrar el alma y traerla bajo control, la palabra de Dios demuestra ser el medio imprescindible: «La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma» (Sal. 19.7). La palabra hebrea «convertir» es shub, que significa «volver», y en su forma hifil, «hacer volver». La palabra de Dios reconduce el alma ­–atrayendo y empujando– hasta hacerlo volver al lugar de confianza en Dios y sumisión a su señorío. David usa la misma palabra shub cuando dice que el Señor «confortará mi alma» (Sal. 23.3): «Haces que mi alma vuelva cuando se ha despistado, y eso me reporta consuelo».

Salmo 1

Este salmo bien podría ser la introducción a todo el himnario sagrado. Plantea el contraste entre el justo, justificado por la fe en el Redentor venidero (como Abram, Gn. 15.6), y el malo, cuyo destino es acabar eliminado de la escena cósmica al final. Es un estudio de contrastes: los versos de 1 al 3 describen el justo, los versos de 4 a 6 el malo. El justo se deleita en la palabra de Dios, el malo se guía por los consejos de otros pecadores. El justo acaba hecho un árbol con follaje y fruto, mientras el malo acaba como la pelusa del trigo que desaparece con el viento. Hay un contraste entre dos estilos de vida, dos grados de fortaleza interior y dos destinos futuros.

El valor del salmo para la exposición estriba en la correcta interpretación del lenguaje figurado. Poner nombre a las figuras e identificar las distintas clases de paralelismos es un primer paso, pero después hay que analizar el significado latente en todo ello. ¿Qué quiere transmitirnos el autor? La pertinencia al creyente de hoy gira en torno a la ley del Señor como delicia, para que la meditación en ella sea una práctica asidua y la aplicación de ella un hábito cotidiano.

Fase uno: exégesis

  1. ¿Hay palabras clave, repeticiones, personas, detalles que te llaman la atención?
  2. ¿En qué consisten las distintas maneras de andar (v. 1)? ¿Por qué el contraste entre andar y sentarse?
  3. ¿Cómo puede la ley del Señor ser una delicia? ¿Qué supone la meditación en ella día y noche?
  4. ¿Qué significa la comparación del justo con un árbol plantado junto a corrientes de aguas? ¿Cómo se expresaría la idea en prosa normal? ¿A qué se refiere el fruto? ¿A qué se refiere la hoja? ¿Qué tiene el justo (como árbol) que no tiene el malo (como tamo)?
  5. ¿Cuál es la estructura del pasaje? ¿Cuál es el flujo de pensamiento o argumento? Haz un bosquejo del pasaje, dividiéndolo en secciones, resumiendo lo que dice.
  6. ¿Cuál es el punto principal o idea central que el autor estaba tratando de comunicar a sus primeros lectores en este pasaje? ¿Qué es lo palpitante de este pasaje, el centro neurálgico? Intenta resumirlo en una sola oración en tiempo pasado: El autor quería transmitir a sus primeros lectores que …
  7. ¿Cuál es el principio teológico fundamental que subyace este pasaje? En base al resumen que has hecho del mensaje del salmista, intenta definir este principio de aplicación universal en una sola oración, usando verbos en tiempo presente.

Fase dos: exposición

  1. ¿Cuál será la idea central de vuestro mensaje? ¿Cómo vais a comunicar el énfasis central de este texto a otras personas? Elaborad juntos una sencilla frase o un título que resuma el énfasis principal de vuestro mensaje. La idea es que sea clara y memorable para la audiencia, pero debe reflejar vuestro acuerdo sobre la idea central del texto.
  2. Como resultado de escuchar vuestro mensaje, ¿qué queréis que vuestros oyentes entiendan, sientan y hagan? Confirmad que el efecto que queréis para vuestro mensaje refleje el efecto que el autor del texto bíblico buscaba en sus oyentes.
  3. Debatir posibles bosquejos para vuestro mensaje. Sed todo lo creativos e imaginativos que podáis, buscando una estructura sencilla que refleje fielmente lo que el texto dice. Buscad encabezados que sean cortos, sencillos y fáciles de recordar.